6 de junio de 2000

El seguro social alemán y nuestros viejitos

Cuando Venezuela, aupada por la mayoría de la banca internacional contrató su deuda externa, una de las premisas básicas era la de un contínuo crecimiento de sus ingresos petroleros. Tal premisa se cumplió en la mayor parte del mundo, donde el valor del petróleo efectivamente aumentó, así fue el caso de Alemania donde el índice de precios, en valores constantes, para los productos petroleros a nivel de consumidor subió de 100% en 1980 a 111% en 1998.
No obstante, debido a que los impuestos petroleros aplicados por los países consumidores aumentaron proporcionalmente aún más, lo anterior no se reflejó en los ingresos de los productores del crudo, quienes lamentablemente vieron el índice de precios de su petróleo crudo, en moneda constante, bajar de un 100% en 1980 a un vergonzoso 18% para 1998, disminuyendo así su participación en la renta petrolera. Como ejemplo del crecimiento de los impuestos encontramos por ejemplo el caso de Alemania donde el impuesto a la gasolina paso de un alto 96% ad-valorem en 1980, a un absurdo 317% para 1998.
Resulta difícil predecir cuál hubiese sido el resultado para una economía, como la de Venezuela, de no haberse aumentado en el mundo los impuestos al petróleo y sus derivados. No obstante, no creo que estaría exagerando al decir que, de haberse limitado los mismos, a nivel mundial, a un exorbitante 50% ad-valorem (menos de lo que aplicamos al vino Riesling alemán), Venezuela habría percibido ingresos adicionales suficientes para cancelar toda su deuda externa actual en menos de 2 años. 
Lo curioso es que los países consumidores tampoco se han beneficiado necesariamente, por haber aplicado mayores impuestos petroleros. Así vemos cómo la Alemania de hoy enfrenta, no sólo un serio problema de desempleo estructural, sino también una gran incertidumbre en cuanto a la solvencia de su sistema de seguridad social. De allí que haya llegado el momento de gritar !YA BASTA!, cuando perplejamente oímos cómo Alemania anuncia a los cuatro vientos su intención de seguir buscando la solución a sus problemas, a costa de los petroleros.
EL 1ro. de Abril de 1999 se promulgó en Alemania, una Reforma Impositiva Ecológica, en virtud de la cual a los actuales impuestos, se deben añadir 6 pfennigs (0.06 Marcos Alemanes) por cada litro de gasolina y diesel, 4 Pf por litro de fuel oil, 2.8 Pf por m3 de gas natural, y 2 Pf por kWh de electricidad. 
Los ingresos provenientes de estos nuevos impuestos se destinarán íntegramente a reducir las contribuciones al sistema de seguridad social, bajando los costos salariales para el empleador, con la esperanza de crear así nuevas fuentes de empleo. 
El Sr. Michael Kohlhaas del Instituto Germánico de Investigaciones Económicas declara que el impuesto ecológico "es el primer impuesto explícitamente destinado a aumentar el costo de la energía y disminuir el costo laboral, como factores de producción, con el propósito de desincentivar el uso del primero y fomentar el segundo”. 
Desde nuestra perspectiva, de forma cruda, pero realista, podemos decir en dos platos que tal reforma fiscal lo que logra es quitarle recursos al viejito venezolano para dárselos al viejito alemán.
Con una concepción del impuesto como la anterior, que equivale casi a una declaración de guerra al petróleo y a sabiendas de que muchos de los grupos ecologistas, que apoyan a la actual coalición de gobierno exigen, para los próximos 10 años, aumentos anuales de 30 pfennig por litro de gasolina, no puede haber duda sobre la magnitud de la amenaza que estos impuestos significan para un país petrolero como el nuestro.
Afortunadamente, dado que en la propia Alemania existe mucha oposición al impuesto, la pelea no está perdida. Aparte de aquéllos que sostienen que el impuesto, al hacer Alemania menos competitiva, no logrará disminuir el desempleo, existe un considerable grupo que centra su crítica alrededor del hecho de que, como siempre, al carbón no se le aplican impuestos. Esto último desnuda lo falso del argumento ambiental, con el que generalmente se busca ocultar la naturaleza sólo fiscalista de los impuestos petroleros, resaltando su carácter altamente discriminatorio.
Es nuestra obligación enfrentar los impuestos al petróleo y apoyar cualquier oposición a los mismos.
Si yo fuera la autoridad en Venezuela, no dudaría en introducir ante nuestra Asamblea Nacional una Ley de Impuestos, que grave con un impuesto de US$100 cada kilo de vehículo Mercedes Benz y BMW fabricado en Alemania y vendido en Venezuela – destinando su recaudación íntegramente al pago de las jubilaciones de nuestros viejitos. (Lo que es igual no es trampa)
Tal impuesto no sería de una magnitud muy distinta a la del que Alemania le aplica a la gasolina, ni tampoco más discriminatorio. En cuanto a su fundamento moral, les dejo a Ustedes reflexionar sobre quién está más necesitado, el viejito alemán o el viejito venezolano….
Sólo existe un pequeño inconveniente, como consecuencia del impuesto que propongo, el precio resultante de los vehículos sería tan alto que no obviamente no habría ventas, por lo que no se recaudaría el impuesto necesario para aliviar la problemática del jubilado venezolano, pero, por lo menos, habríamos enviado una firme protesta ante la política fiscal alemana. 
Por último, y tomando en cuenta, que al parecer muchos otros de los países de la OPEP también tienen una gran afición por los Mercedes Benz y los BMW, los invitaría a seguir nuestro ejemplo, uniéndonos así en un gran operativo conjunto de la OPEP, que quizás sería mucho más constructivo que la tradicional actitud de abrir o cerrar el chorro petrolero.



¡Cuidado con el falso ambientalismo anti-petrolero!

Venezuela, como país rico en recursos energéticos, debe estar alerta acerca del hecho de que, en general, el mundo tratará por todos los medios posibles apoderarse de tales recursos al menor costo posible. En tal sentido, uno de los mecanismos más sutiles ideados por los países consumidores, es a través de los impuestos que aplican al consumo del petróleo y sus derivados. Esos impuestos, al mismo tiempo que reducen la demanda, permiten a los gobiernos captar una alta fracción del valor que el mercado le asigna al petróleo.
Por ejemplo, durante la semana que terminó el 12 de Mayo, en Inglaterra, un litro de gasolina premium sin plomo se vendía en US$ 1.18, de los cuales 22 cts. corresponden al suplidor, 4 cts. para el distribuidor y finalmente 92 cts. en diversos impuestos para el fisco inglés, equivaliendo esa tajada del fisco a más del 400% de lo recibido por el productor. De no existir tales impuestos, tanto los precios como la demanda por petróleo serían más altos y en tal sentido es evidente cómo Venezuela resulta perjudicada.
Sabemos que el principal motivo de los impuestos petroleros es la vorágine fiscal, aún cuando con frecuencia se justifican sobre la base de una protección ambiental. La hipocresía presente se identifica fácilmente cuando, por ejemplo, observamos cómo los impuestos se aplican de forma discriminatoria al petróleo, pero no gravan al carbón, un recurso energético mucho más contaminante.
No obstante, es cierto que a una persona, que se preocupa por el ambiente, se le plantea un conflicto natural cuando observa la pobreza crítica en nuestro país, que sin duda podría por lo menos ser aliviada con mayores ingresos petroleros,. Hasta hace poco, el único argumento disponible para resolver este tipo de conflicto era el de que aún cuando uno puede estar de acuerdo en mantener altos precios al consumidor para frenar el consumo del petróleo, resulta ilógico e injusto, que el margen adicional así producido, corresponda íntegro al fisco del país consumidor, sin que el productor, quien en verdad sacrifica un recurso no renovable, participe de él.
Digo "hasta hace poco" por cuanto a mis manos llegó un libro, titulado “Hot Talk Cold Science”, escrito por el Dr. S. Fred Singer en el que se cuestiona la validez de muchos de los argumentos ambientales, que hoy se utilizan para justificar los impuestos al petróleo y así coartar su demanda. 
He de decir que las credenciales del Dr. Singer, como experto en materia ambiental, son impresionantes, lo cual da sin duda peso a los argumentos que sostiene en su libro. El Dr. Singer es Ph.D. en física de Princeton, Profesor Emeritus de Ciencias Ambientales en la Universidad de Virginia, etc. Fue el primer director del Servicio Meteorológico Satelital de Estados Unidos, Director del Centro de Estudios Atmosféricos y de Física Espacial y Director Científico del Departamento de Transporte de los Estados Unidos, etc.
Es por ello que me permito transcribir a continuación algunos extractos de su libro, que guardan relación y siembran dudas respecto de la excusa ambientalista antes mencionada:
"La diferencia entre las observaciones de satélites y la teoría existente son tan grandes, que ponen seriamente en duda todas las predicciones, que basadas en modelos computarizados, prevén un futuro recalentamiento global."
Aún cuando hubiese un recalentamiento global de la tierra, lo más probable es que las consecuencias, en su mayoría, fuesen más positivas que negativas"
"No se ha hecho un esfuerzo creíble por definir lo que constituye un peligroso nivel de CO2 en la atmósfera; por lo cual la meta establecida en el Tratado Climático de la ONU es arbitraria"
En relación a la concentración de CO2, el Dr. Singer indica que pueden existir alternativas menos costosas, que las que sólo contemplan la reducción de emisiones. Entre éstas menciona la de secuestrar el CO2, vía la reforestación (sembrar y cortar árboles sin procesarlos, dejando así capturado el carbón) y, muy especialmente, la fertilización de los océanos (suministrando micro nutrientes, como el hierro, para fomentar el crecimiento de la masa de fitoplancton en los océanos, que fija el CO2)
El Dr. Singer no es el único que ha hecho este tipo de planteamientos. La Declaración de Leipzig, producto de una conferencia en 1995, donde estuvieron presentes casi 100 expertos climáticos, señalaba: "En un mundo en donde la pobreza es el mayor contaminante social, cualquier restricción al uso de la energía, que impide el crecimiento económico, debe analizarse con mucho cuidado. Por esta razón consideramos que los impuestos al carbón y otras políticas de control drástico - no tienen un soporte científico creíble - no son aconsejables, son prematuros, llenos de peligros económicos y, probablemente, contraproducentes."
El Dr. Singer también adelanta su explicación sobre una posible causa de las grandes discrepancias existentes entre sus opiniones y las de otros científicos de reconocida y meritoria trayectoria: "Casi toda la investigación ambiental es pagada por los Gobiernos y la justificación de tales egresos es la de defender a la población general de los peligros. Por lo tanto, estas Agencias no ven con buenos ojos propuestas para investigaciones, que pudiesen demostrar que los peligros ambientales no son serios o hasta inexistentes."
Yo, como ciudadano de un país petrolero - afectado por una evidente injusticia - estaría más inclinado a explicar que los estudios ambientales financiados - están sólo dirigidos a buscar justificar los impuestos, cada día más altos, que aplican al petróleo. En tal sentido, muchos de los ambientalistas, sin saberlo, probablemente son lacayos del famoso fisco del Sheriff de Nottingham, que al contrario de Robin Hood, le quitaba a los pobres para dárselo a los ricos.
En un país como el nuestro, que depende tanto del petróleo, cada día me sorprende más la ausencia, en nuestras universidades y otros centros de investigación, de cátedras dedicadas a los estudios ambientales tan necesarios para minimizar los daños, que en nombre del ambiente, nos puedan causar, muertos de risa, los gobiernos hipócritas del mundo desarrollado.
Si hemos de sacrificar nuestros intereses petroleros en la fogata ambientalista, nosotros los venezolanos, debemos asegurarnos de que este sacrificio no ocurra ante un falso muñeco fiscalista disfrazado de un dios ambientalista.
Publicado en El Universal, 6 de Junio de 2000