29 de mayo de 2008

La torta de chocolate

Había una vez un municipio que por razones y consideraciones de naturaleza inexplicable recibía todas las semanas una torta de chocolate, a veces inmensa, a veces no tan grande.

Desde tiempos inmemorables, a cuenta de un "así son las cosas", le tocaba al alcalde repartir la torta, por lo que todo el mundo intuía que para vivirlas bien en el municipio, convenía estar en las buenas con el alcalde; así como todo niño con sueño de grandeza soñaba con ser alcalde, El Repartidor de la Torta de Chocolate.

En aquellas semanas cuando la torta recibida era pequeña y no alcanzaba para mucho más que para la familia y los amigos íntimos del alcalde pues no había mucho alboroto... pero ay la que se armaba cuando la torta venía de grande a inmensa.

Para comenzar, apenas la torta pasase de cierto diámetro, eso significaba que el alcalde se sintiese más importante de lo que de ello cabía en él y reuniese a la ciudadanía todos los días en la plaza para anunciarles sus magníficas estrategias de distribución y a las cuales, todos, interrumpiendo sus labores cotidianas, diligentemente acudían, por si acaso mandaban hacer una lista de ausentes.

Y que discursos más bellos. "Ciudadanos, saben que poseo la capacidad, la sabiduría y la inmensa voluntad de sacrificio necesaria para repartirles esta torta de chocolate para que cada quien reciba justamente lo suyo, el gordo, por gordo, menos y el flaco, por flaco, más. ¿Que les parece?" Y le respondían los ciudadanos "¡Viva, viva nuestro noble Alcalde!".

Además, como a la hora de los resultados lo del reparto jamás resultaba y por cada semana que pasaba había en el municipio más obesos y más raquíticos, no obstante sofisticados mecanismos distributivos tales como "todos quienes se creen flacos pónganse la camisa de este mi color, para así mejor identificarlos"… los ciudadanos tuvieron que abandonar por completo algunas labores de importancia, para dedicarse a la tarea más prioritaria de todas, la de conseguir quien de verdad supiese repartir. En eso transcurrieron décadas tras décadas… no siempre mansas.

Pero, un día, en la plaza, durante una locuacidad del alcalde de turno, a un niño, sin que jamás se sabrá el porqué, se le oyó preguntar "¿Mamá y por qué no se reparte la torta en pedacitos iguales cuando llega y así nos ahorramos todos todo esté fastidio?". Silencio sepulcral... ¿herejía?... la mamá del niño sin encontrar donde esconderse imploraba su "no sé que le pasa, a lo mejor una indigestión, por comer demasiada torta, o una baja de azúcar, por falta de torta… sea lo que sea, les prometo esto no volverá a pasar".

Pero el buen daño ya estaba hecho. La idea de repartir la torta en pedacitos iguales, cada quien su propio alcalde, para luego cada quien negociar con los vecinos lo que le sobrase o le faltase de torta, aun cuando sonaba algo tan prohibitivamente atrevido, quizás hasta amoral, "¿qué dirá el cura?" también sonaba tan deliciosamente atractivo que se le metió bajo la piel a muchos, donde comenzó a germinar.

Por supuesto todos los aspirantes a alcaldes, o a ayudantes de alcaldes, se horrorizaron ante lo ocurrido ya que, sin el derecho a repartir la torta, el ser El Alcalde, o un Ayudante jamás sería lo mismo.

Y no solo los aspirantes andaban preocupados. En las televisoras del municipio hubo reuniones de emergencia. "¿Podrá eso afectar nuestro concurso 'Una cara fresca para la alcaldía'? ¿Quedará obsoleta nuestra programación centrada en el cómo evitar poner la torta repartiendo la torta? ¿Perderemos audiencia, anunciantes? ¿Qué rayos hacemos? ¡Qué confusión!... Así que, por favor, todos, mientras... ¡ni pío sobre lo de ese niño!"

¿Y el niño? Muy bien, cada día peor: "Mamá. ¿Por qué se quejan tanto de este Alcalde, y que dizque ha regalado la torta a otros?… ¿No era suya acaso? ¿Acaso no se la regalamos nosotros primero?

22 de mayo de 2008

¡Repartamos con confianza la confianza!

Imagínense dos países, uno en el cual cada uno de los 26 millones de ciudadanos reciben de 200 a 400 dólares mensuales por concepto de su participación en las resultas de liquidar el petróleo y otro en el cual todos esos ciudadanos, entre quienes hay muchos que no tienen nada de nada, le entregan todas esas resultas a un cacique para que se los siembre y administre. ¿Cuál de los dos países tiene los ciudadanos más cuerdos y responsables?

Ustedes saben que desde unos meses acá he osado proponer que después que Pdvsa haya satisfecho sus requerimientos de inversión se repartan todas las resultas del petróleo directamente entre los ciudadanos venezolanos, en partes iguales, en efectivo y sin condiciones. Por supuesto que esa idea no es fácilmente asimilable por unas mentes domesticadas para de forma paradigmática creer que el repartir dinero es malo y que exponerse a tales tentaciones, llevaría al país al derrumbe moral... igual como yo también una vez lo pensaba.

Lo triste para mí no ha sido tanto el que no me hayan aceptado la propuesta de inmediato gritando vivas y sacándome en hombros como el gran descubridor del desnudo rey, sino que tantas de las respuestas que he recibido evidencian la profunda desconfianza que existe en el país, entre todos sus ciudadanos. El 99% de los que se oponen y en eso no se diferencian si son chavistas o se consideran de oposición, lo hacen explícitamente sobre la base de que "el venezolano es una mierda y no se merece esa confianza". Algunos hablan de "los ricos aprovechadores de mierda" y otros de "los pobres aprovechadores de mierda".

Una nación es un conjunto de personas que viven en un mismo territorio, comparten una serie de elementos comunes y están gobernados por una misma estructura política. En tal sentido les hago la siguiente pregunta: ¿Puede existir una nación si el principal de esos elementos en común es la desconfianza entre los ciudadanos compatriotas? ¡Difícil! Que tontería el discutir referéndum autonómicos, en un país donde cada ciudadano se comporta como un ente autonómico.

Pocos pueblos se ufanan de manera tan exagerada y hasta cursi sobre su nacionalidad como lo hace el venezolano, lo cual revela su angustia de no pertenecer a una verdadera nación, a menos que alguien sinceramente crea que nuestro "sálvense quien pueda" califique como tal. Por los caminos que vamos en algún momento nuestra Venezuela está condenada a desaparecer en las arenas movedizas de la desunión y lo cual es una tragedia para todos quienes recordamos haber vivido en una nación donde la principal fuente de orgullo era justamente el ser compatriota de los venezolanos.

Las resultas del petróleo, especialmente durante una época de altos precios, hacen del ciudadano para el gobierno de turno, un molestoso innecesario; mientras que la centralización de las resultas petroleras en el Estado, convierte a todos los ciudadanos en competidores por la tajada. Todo ello conspira en contra de la unidad nacional, por lo que antes de perder tiempo buscando un gobierno en quien confiar, lo que necesitamos es recuperar la confianza entre nosotros los ciudadanos.

En tal sentido, para salvar nuestra nación, sugiero que nos entreguemos a cada quien una parte igual de las resultas del petróleo, como símbolo de amistad y confianza. Con ello lograríamos también que el gobierno gobierne para nosotros, con los recursos que nosotros aceptemos pagarles en impuestos.

Aparte de dejar el petróleo en el subsuelo para siempre, tal alternativa parece ser la única manera de como lograr eliminar de entre todos nosotros, a nosotros los "aprovechadores de mierda", seamos ricos o pobres.

El Universal
Noticiero Digital

15 de mayo de 2008

Educar... ¿en qué país?

El recurso económico más valioso con el cual cuenta el recurso más valioso de Venezuela, sus ciudadanos, es en este momento el petróleo. El instrumento más importante para educar a la ciudadanía sobre como usar ese recurso no renovable llamado petróleo, es justamente la educación.

Aun cuando hay algunos buscando imponer un currículum educativo rojo-rojito y otros llamando a una rebelión pacífica en contra de esta, ambos lados lo hacen sin antes haber definido con exactitud que país queremos.

Una cosa es un país donde le entregamos todas las resultas del petróleo al Estado y le pedimos a este que por cuenta nuestra las siembre, para luego sentarnos a esperar o cosechar o quejarnos y otra cosa, muy distinta, es un país donde se le entrega tales resultas directamente al ciudadano diciéndole "salga a sembrarlas con cuidado para usted, su familia y su país, por cuanto un día no habrá más de ellas".

En el primer país hay dos carreras básicas, la del quítatetú-paraponermeyo, cuyo objetivo es formar agarradores de chequera con ciertas cualidades mínimas para distribuir las resultas petroleras; y la del chupa-medias, la cual busca desarrollar la experticia que asegura la máxima tajada de las resultas. Por el contrario, en el segundo país, hay la necesidad de ingenieros, agricultores, expertos en turismo y todas esas profesiones mediante las cuales un ciudadano construye familia y país.

Además la educación no se da sólo en colegio, liceo o universidad, sino comienza por casa. La semana pasada cuando de nuevo escribí sobre esa vergüenza de política pública de estar regalando la gasolina, otra vez recibí comentarios del tipo "la gasolina barata es lo único que nos queda y si chávez se la puede regalar a otros también me la puede regalar a mi"; "si los pobres no tienen un carro con el cual cobrar su dividendo en gasolina pues que formen una cooperativa y se compren uno".

Con padres así, incapaces de comprender que a otros países no le hace mal recibir la gasolina regalada puesto que ellos conocen muy bien su valor, mientras que en nuestro país la gasolina regalada nos impide valorarla y de hecho convierte a sus consumidores en cómplices del robo que con ello se le hace a quienes no consumen la misma cantidad de gasolina, resulta claro que el saber qué país queremos también es algo muy necesario para lograr una buena educación en casa.

Por cierto, el hecho que en nuestras iglesias jamás se oigan unas misas de acción de gracias por el petróleo parece indicar que nuestro colectivo religioso también se encuentra necesitado de unos seminarios de reparación. ¿Quién se imagina un país agrícola sin una Iglesia que ruega por y agradece una condiciones climatológicas que permitan una buena cosecha?

Por cierto, como sé que habrán quienes me acusarán de querer educar con el populismo como bandera me les adelanto con las siguientes preguntas.

¿Quién es más populista? ¿El político que no se opone a que el ciudadano reciba su cheque de 200-400 dólares mensuales o quién sostiene que sólo concentrando esos recursos en las manos del Estado (sus manos) se puede lograr el gran país que todos merecen por cuanto, a diferencia de todos los que lo antecedieron, el sí sabe que hacer?
¿Quién es más fácil víctima del populismo? ¿El venezolano que por ser venezolano recibe su cheque de 200-400 dólares mensuales sin hacer nada sólo por cuanto la providencia situó en su país un recurso no renovable como es el petróleo... o el venezolano que no recibe nada en efectivo y por lo tanto necesita creerse las promesas de los políticos?

Amigos, insisto en que el mejor mensaje que puede recibir un individuo para desarrollar conciencia de ciudadano en un país petrolero es: "Aquí están tus 200-400 dólares mensuales que te envía la providencia. ¡Pronto no habrá más así que te toca hacer lo mejor con ellos!".

¿Y lo del gobierno? Bien gracias, con los impuestos que le pagan sus ciudadanos, por cuanto el gobierno se debe a los ciudadanos y no a la providencia.

8 de mayo de 2008

Venezuela y su récord de gasolina

Venezuela tendrá de todo… excepto unas elites responsables. Reflexionemos sobre donde nos encontramos en el caso de la gasolina.

Después de ese 25% de aumento en el precio de la gasolina que se atrevió hacer este gobierno de pacotilla al disfrazarlo como un redondeo producto de la transición de un bolívar débil a un bolívar fuertote, después de casi diez años ejerciendo el poder, la gasolina se colocó, a tasa de cambio oficial, en 4.6 céntimos de dólar por litro.

La sola gasolina, sin distribución, tiene hoy un valor en el mundo cercano a los 70 céntimos y con distribución debe estar cercano a 75 céntimos de dólar por litro... o más.

Algunos países le añaden impuestos hasta del 200% a su consumo y venden la gasolina en 2.25 dólares por litro.

La diferencia entre nosotros quienes menos cobramos por la gasolina y los que más cobran es como de cincuenta veces. Alguien tiene que estar loco de metras. Al comparar la calidad de vida de muchos de quienes la cobran cara tengo la impresión que nosotros estamos más cercanos a ganarnos ese calificativo.

Pregunto: ¿Cómo puede un político venezolano hablar de políticas públicas sin emitir una clara opinión sobre este disparate nuestro?

¿Dónde en la Constitución puede el gobierno encontrar un justificativo para regalar 70 céntimos de dólar por cada litro de gasolina a quien solo tiene la credencial de poseer un vehículo?

¿Donde en la Constitución existe una frase que permita deducir que el gobierno está autorizado a vender las cosas a su antojo por debajo de su valor? Si Alcasa estuviese vendiendo internamente sus lingotes de aluminio en el 6% de su precio internacional… ¿no estarían presos?

Si yo fuese parte de un sindicato de transporte público hace rato que hubiese demandado al gobierno de Venezuela por competencia desleal. Los bajos precios de la gasolina implican que menos gente use mis servicios y que además tenga que sufrir más colas. No hay países donde los dedicados al servicio del transporte publico estén mejor que en los países donde los precios de gasolina son verdaderamente altos.

Si yo fuese un pobre de los verdaderos pobres y alguien me ilustrase sobre lo que está pasando, pasaría a formar parte ipso-facto de una contra-revolución. Pero si para los que se creen unas finas elites tal locura parece no tener significado… ¿quién rayos ilustra al pobre?

Y ni siquiera he mencionado el ambiente sobre cuya protección tantos se dan golpes de pecho.

Cuando uno cuenta sobre lo de la gasolina en el exterior y se les asegura que no es un chiste, comienzan a discernir sobre si los venezolanos somos ridículos, idiotas o vagabundos. Lo más triste de todo es que esa discusión a mucho de los venezolanos les provoca gracia. Pues amigos a mí no… ¡a mí me provoca tristeza y vergüenza!

¿Que no queremos que ni un céntimo más le entre a este gobierno para que lo malgaste? Sin duda… ¿pero qué rayos tiene que ver eso con la necesidad de eliminar la locura? Cobre la gasolina al precio que tiene en el mercado y reparta el dinero a la gente. ¿Imposible? Lo será para el que no quiere.

La venta de la gasolina a 4.6 céntimos de dólar por litro constituye en la actualidad probablemente el acto más grande de corrupción que se haya conocido en la historia, no solo en cuanto a los montos involucrados sino además en términos de número de personas metidas en el guiso… ¿la mitad de los venezolanos?

¿Qué queremos? ¿Qué nos inscriban en el libro de Records Guinness? ¿Para que ellos se sigan burlando de nosotros? ¿Jóvenes de Venezuela, por favor dónde están?

El Universal
Noticiero Digital