30 de noviembre de 1999

No, no y no... en Seattle

Desde finales de 1997, yo y algunos otros pocos economistas hemos venido rogando públicamente y casi de rodillas que no se permita aumentar más la brecha entre el valor del bolívar, como divisa, y su valor como reflejo de paridad de compra. El mesianismo que predica el frenar la inflación, al costo que sea, resultó mas convincente y hoy enfrentamos una brecha cuya magnitud es tan grande, que temblamos ante las posibles consecuencias de su super-ajuste.
Aceptando que la fortaleza del bolívar de hoy también se basa en los recientes aumentos reales de los ingresos petroleros, así como en la recesión que de por sí contrae las importaciones, no resulta fácil recetar una macro-devaluación forzada, casi anti-natura, aún cuando la actual emergencia nacional, con su alto y creciente desempleo, pudiese justificar medidas heroicas.
En tales circunstancias no es ilógico especular sobre las posibilidades de medidas de corte proteccionista, transitorias, tales como aumentar aranceles, limitar importaciones y gravar con impuestos prohibitivos a, por ejemplo, los servicios profesionales efectuados por extranjeros no residentes. 
Por cuanto este tipo de medidas son contrarias a las actuales políticas de salón, calificables como de poco gentleman o pas comme il faut, en Venezuela, donde nos deleitamos en ser mas papistas que el Papa, cuesta mucho asomarlas al debate público. Si observamos lo que pasa en el mundo, no debería ser así.
La semana pasada leí un escrito del francés Jacques Attali, quien fue presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, ente que, entre otras responsabilidades, estaba encargado de venderle a Europa Oriental las ventajas y bendiciones que se derivan de una apertura comercial. El artículo me dejó atónito y, asegurándoles que no son simples citas fuera de contexto, les transcribo algunas de las frases del artículo.
El Sr. Attali dice: "La amenaza de la Ronda del Milenio para Europa es una batalla de magnitud totalmente diferente a la de anteriores disputas comerciales. Si no nos cuidamos contra el dominio de América en las nuevas tecnologías de telecomunicaciones y de su poder virtual sobre las imágenes, íconos e información globales, causará un caos para los intereses de Europa. …"
"En lenguaje claro, la liberalización significaría que todas las compañías del extranjero tendrían las mismas ventajas y los mismos subsidios que los productores nacionales. Esto se aplicaría a los servicios comerciales, hoteles, telecomunicaciones, bancos, obras públicas, obras editoriales, servicios de recreación y cultura, transporte, educación y servicio para la salud. Necesitamos considerar cuidadosamente las consecuencias. No sólo llevaría esto a la desregulación y privatización obligatoria de todos los servicios públicos, sin importar lo que hubiesen decidido los ciudadanos de ese país, sino también la desaparición de muchos instrumentos de la soberanía nacional. …."
"Lo que hay en juego es decididamente mucho más profundo que una guerra comercial. A diferencia del comercio internacional en bienes de manufactura, la liberación sin límite de los servicios puede significar el fin de las naciones y de la democracia". Termino las citas.
Si alguien en Venezuela se hubiese atrevido a escribir lo anterior hubiese sido acusado de retrógrado, ignorante, traidor a su clase y no sé de qué más. Sólo la última frase, la que coloca la apertura de mercados en abierto conflicto con la democracia, sería suficiente para expulsar, por extremista, a cualquiera de nuestros actuales constituyentes.
¿Qué debemos concluir de lo anterior? Ante nada, y así consideremos al Sr. Attali loco, lo primordial es que debemos estar claros que, como país, no tenemos el derecho a tomar a la ligera nuestras negociaciones y participación en la ronda del Milenio.
A Seattle va todo el mundo a defender a capa y espada sus derechos. Otro francés, un agricultor radical llamado Bové quien, según la revista Newsweek, estuvo preso tres semanas por destruir un local de McDonalds como protesta ante la política comercial de Estados Unidos, recibió el mismo día de su liberación, las credenciales oficiales para atender las reuniones en Seattle.
Si Francia, un país desarrollado, un país con un inmenso proteccionismo agrícola, un país que participa en privatizaciones en todo el mundo, pero que mantiene un control estatal sobre la mayoría de sus propios servicios públicos, un país que aplica una política similar al dos por uno en toda su programación de radio y televisión, en resumen, un país pecador y aprovechador de los actuales tratados comerciales, se siente en el derecho y el deber de ir a defenderse en Seattle, qué no debería hacer un país como Venezuela.
Venezuela, respondiendo al llamado que se le hizo para colaborar con el crecimiento económico mundial, sobre la base de la apertura comercial, cumplió. Con Venezuela, el mundo ha incumplido de manera vergonzosa. Los impuestos que los países consumidores, de manera discriminatoria aplican a los derivados del petróleo, tal como la gasolina, y que a veces han llegado a ser hasta el 800% de lo que percibe el productor, son causa directa de que el país obtenga sólo una fracción del ingreso petrolero, que le debería corresponder en virtud del verdadero valor que el consumidor le ha asignado al petróleo 
Sin meterme en el fondo del debate, de sólo pensar en la energía que, por un lado, habrán de invertir los del SI y los del NO en el duelo del 15 de Diciembre, mientras que, por el otro lado, existe una total indiferencia del país con respecto a las reuniones en Seattle, que se inician hoy y donde se encuentra nuestro verdadero campo de batalla, se me hace un nudo en la garganta.