7 de febrero de 2008

¡Atrévanse cobardes!

Nuevamente nos encontramos ante una de esas muy recurrentes encrucijadas donde las ocurrencias y los deseos de nuestros (des)gobernantes de ocultar el sol con un dedo ya no dan para más y deben encontrar cómo manejar el reventón. En este caso me refiero a la escasez estructural de productos que ha venido resultando del control de los precios.

Siempre surgen voluntarios creativos y en esta ocasión a uno de ellos, definiendo el problema como "las clases medias aterradas de no poder abastecerse compran para el futuro, mientras que los pobres no tienen cómo" nos sugiere, desde su garaje, el siguiente invento para aliviar la situación de los pobres.

"Entregar a las 4 millones de familias más humildes…una tarjeta al estilo de 'La Negra'… pero sin valor monetario. En vez de ser una tarjeta de pago cargada con una suma de dinero, es una tarjeta de racionamiento electrónica. Cada 'cuenta' permitiría a su dueña obtener una cantidad de leche, pan, etc., fija, por semana. Además, la tarjeta debería incluir la foto de la dueña, para que no la vendan para intercambiar los productos por alcohol o drogas. Madres con varios niños podrían tener acceso a una cantidad mayor de productos, etc."

¡NO, NO y NO! Hasta cuándo vamos en este país de fracasados gobiernos insistir en que la capacidad de nuestros burócratas es mayor que la capacidad de nuestras madres venezolanas para decidir qué es lo mejor para su familia y sus hijos. No digo que algunas cuantas madres no se equivoquen, pero eso no puede ser la razón de renunciar a usar el criterio de todas ellas.

Ahora bien, sí estoy de acuerdo con que si en nuestra actual encrucijada queremos conseguir un mejor destino para el país, "La Negra" es la mejor opción, así inventen llamarla "La Negra Matea".

Pero tal tarjeta no debe ser entregada a nadie a cuenta de que sea pobre, mucho menos cuando el paternalismo del Estado es el principal causante de haberlo mantenido pobre. No, esa tarjeta, por cuanto se alimentará con los ingresos petroleros de todos, debe entregarse a los ciudadanos por cuanto les pertenece; es parte de su dividendo país; tan cual lo puede ser el poder disfrutar de su naturaleza, de su clima y de la agradable compañía de sus compatriotas.

Por supuesto, no tenemos cómo entregar hoy nuestro dividendo petrolero a todos de un solo golpe y por lo que sugiero comenzar por nuestros hijos. Si apartamos 4.800 millones de dólares del ingreso petrolero anual, algo perfectamente factible y depositamos 80 dólares mensuales en cada "Negra Matea" alcanzaríamos a cinco millones de nuestros jóvenes.

Por supuesto, que al no poder entregarle ochenta dólares mensuales directamente a los niños se los entregaríamos a sus madres para que compren lo que necesiten, a precios de mercado. Apuesto fuertes a lochas a que ellas sabrán hacer con ello lo que es mejor.

Por supuesto, el añadir 400 millones de dólares mensuales a la demanda interna dispararía la inflación si no lo compensamos con algo. Por cuanto ahí mismito también nos espera la encrucijada del qué hacer con los precios de la gasolina, sugiero matar las dos encrucijadas de un solo golpe. En otras palabras, alimentemos esas 5 millones de "Negras Mateas" con lo que podamos recaudar vía aumentos en los precios de la gasolina. "¡Ay, pero eso dolerá!", y qué creen ¿que no hay aún más dolor hoy?

A nuestros politiqueros les encanta hablar de "participación protagónica del pueblo" pero siempre les sale ronchas cuando alguien les sugiere que ese pueblo debe participar en el decidir qué hacer con su propio dinero. En tal sentido, frecuentemente usan el argumento de no poder confiar en las madres venezolanas por cuanto ellas se lo beberán en caña…pero nosotros sabemos ya muy bien que eso es sólo para asegurarse que ellos puedan seguir bebiendo su champaña.

Así que; gobernantes, por favor, ¡Confíen en las madres venezolanas!... ¡Atrévanse cobardes!

El Universal
Noticiero Digital