5 de enero de 2012

El poblado que rehúsa ser país


Sin duda que las resultas petroleras nos han embrutecido como pueblo. Digo esto por cuanto cuando sugiero que tales resultas sean entregadas directamente a los ciudadanos, para que sean estos quienes las siembren, con frecuencia oigo barbaridades como... ¿y entonces con qué se construye y se limpian las calles? Obviamente, como pueblo, sufrimos de algún trastorno mental.

Y, el trastorno mental de un pueblo, es algo infinitamente más serio y dañino que el trastorno mental de un "Amado Líder", por poco o muy amado, o poco o muy líder que sea.

Por ejemplo, es como para acostar a todos los venezolanos sobre el sofá del psicólogo, para buscar entender cómo puedan creer que el país esté mejor por el hecho de que unos 500.000 barriles de petróleo se regale en gasolina u otros derivados, en el mercado doméstico. En una sociedad civilizada, un país, tamaña locura jamás estaría ocurriendo. En fin, parecemos ser solo un primitivo poblado que se rehúsa ser país.

Y nada más triste que ver un país desbarrancándose a cuenta de algo que si bien puede que no sea malévolo en su intención, sí lo es en cuanto a sus consecuencias, y una oposición política que dice poco o nada al respecto; y que principalmente compite en el terreno de ofrecer distintos rellenos de piñata, sin tampoco requerir de las contraprestaciones necesarias.

Todos los candidatos, se vanaglorian de estar recorriendo el país para enterarse de las necesidades del pueblo, y verle los ojos a sus electores. Eso no significa absolutamente nada, si en esos encuentros no se discute lo importante ni se dicen las verdades. Si estuviese yo en ese plan, no perdería un solo momento en explicarle a mis compatriotas que el regalar a los que consumen gasolina unos 40 millones de dólares diarios, más de lo que se gasta en todo el presupuesto de educación y salud, 8 veces el gasto en todas las misiones, es algo que nadie que quiere a su país debe permitir.

Igualmente no dejaría de repetirles, día tras día, a todos los electores venezolanos, especialmente a los que favorecen al gobierno de turno, que más de una década sin ajustes en los precios de la gasolina, evidencian un patriotismo fraudulento y un engaño del pueblo, de gigantescas e históricas proporciones.

Por supuesto, aun cuando sea una madre de puntas de iceberg, no sugiero que el precio de la gasolina, sea nuestro único problema. Ni mucho menos sugiero que se aumente el precio de la gasolina para aumentarle el poder a un gobierno excesivamente empoderado. ¡No! Por cuanto la construcción de un país no se hace con gobiernos sino con ciudadanos, necesitamos arrebatarles a nuestros gobernantes todas nuestras resultas petroleras.

Por lo que sí ruego, es que nos dejemos de ser un poblado y tratemos de ser un país de verdad, asumiendo nuestras responsabilidades y abandonando ese vivapepismo del cual frecuentemente nos orgullecemos, hasta públicamente, cuán inmaduros adolescentes, llenos de un acné que causa pena ajena.

Claro que necesitamos educación, pero... ¿dónde están todos los maestros que les enseñarán a nuestros hijos lo que se debe y lo que no se debe hacer en un país? Para comenzar ni siquiera nuestros candidatos, de lado y lado, parece que lo aprendieron. La libertad no es gratuita, hay que defenderla, y no solamente ante el enemigo. La solidaridad comienza con la solidaridad con el país.