Si hay venezolanos pasando penumbras horribles, como de seguro los hay, y no encuentran empleo, y los precios de lo indispensable solo suben, quizás deben echarle una llamadita, pidiendo una ayudadita, al ex senador de los Estados Unidos Joseph P. Kennedy II, al 1-877-JOE-4-OIL
El JOE ese, por vía de un “Programa ciudadano de energía para la calefacción”, está dedicado a una fabulosa labor de ayudar a los pobres de varias ciudades americanas.
En la web de esa organización encontramos por ejemplo los siguientes testimonios:
Laura Austin: "A través de todo el proceso me encontré con un personal atento y capaz de escuchar de nuestras desgracias y siempre listos con manos que ayudan."
Tonya Wilson: "Dios usa personas y organizaciones como la suya como una bendición para quienes lo necesitan y se lo agradezco desde el fondo de mi corazón. Gracias a usted, somos capaces de mantener el calor durante las noches frías de invierno."
Karin Paine: "Hace cuatro días, se me acabó el aceite. Dos días más tarde, recibí mi vale. Me hizo llorar porque ahora puedo seguir recuperándome de una cirugía muy grave y no preocuparme sobre cómo mantener el calor."
No obstante, el asunto es que según las costosas cuñas televisivas que pasan a cada ratito, ese programa se anuncia como financiado por Citgo, el pueblo venezolano y por el actualmente ausente cacique de turno… y eso ultimo me da rabia. Aún cuando acepte que Citgo pueda tener un interés publicitario, a la hora de la verdad el programa es financiado exclusivamente por el pueblo venezolano.
El cacique ausente, como ciudadano venezolano, lo que ha puesto es solo como una treinta millonésima parte de los barriles nuestros y el pueblo venezolano todo, todo lo demás. ¿Así que, qué derecho tiene ese cacique de turno para hacerse tanta publicidad propia con lo ajeno?
¿Me quejo del JOE ése? ¡No! El también aprovecha ese programa para hacerse publicidad personal, pero quien puede quejarse de alguien ayudando a los suyos, aun así sea a costa de otros.
En la semana devaluaron la tasa oficial del bolívar, lo cual no es lo mismo que una devaluación del bolívar, por cuanto eso presume que la tal tasa oficial fuese el reflejo del valor real de nuestro bolívar, y eso no lo es. La tasa del bolívar es la que resulta de dividir todos los bolívares que se usan en Venezuela entre todos los dólares comprados. El que no conozcamos esa tasa, por cuanto algunos no quieren que se conozca, no la hace menos cierta. Es más, el disminuir lo que se regala vía la tasa oficial, puede hasta resultar en una revaluación del bolívar real.
Y otra mentira que circula, es la que dice que los pobres son los que más habrán de perjudicarse por la devaluación de la tasa oficial, y como si fuesen los pobres quienes más se hubiesen beneficiado de un sistema de cambiario, que pudiendo haber tenido justificación en un momento de crisis aguda, se mantiene sólo a cuenta de su utilidad para extorsionar favores, y permitir enriquecimientos que definitivamente no son el de los pobres.
Yo siempre había sido defensor de que el país debe operar con su propia moneda, por cuanto no hacerlo significaría sacrificar un instrumento de política monetaria muy útil en momentos de crisis. No obstante, la continua ineptitud de nuestros gobiernos me ha llevado a pensar en que quizás deberíamos dolarizarnos, o por cuanto el dólar también pueda resultar algo dudoso, repartirnos entre los ciudadanos nuestra resultas petroleras en morocotas de oro.