25 de julio de 2013

Desaten la furia

Ya quisiera yo ver un programa de televisión, en vivo, en el cual se les pregunte a unos cuantos de nuestros ciudadanos pobres, de los que habitan los campos y barrios de nuestro país, sobre cuánto puede haberles significado la ayuda provista por el gobierno, durante la última década, comparado con cuánto era su respectiva cuota parte de las resultas petroleras; y comparado con el valor regalado en gasolina; y comparado con el valor de los subsidios cambiarios, por ejemplo, a quienes viajaron al exterior.
Si hay algunos vilmente engañados en nuestro país, esos son nuestros pobres, puesto que se les ha convencido perder su tiempo en la cola de la vida esperando por algo del gobierno, en lugar de buscárselo ellos mismos... igualito a los que agradecidos aceptan hacer la cola por un producto que escasea, sin incluir en el precio del producto el valor del tiempo perdido.
¿Qué extrañas razones psicológicas privan para que un pueblo pueda ser engañado tanto? Y con ello no me refiero sólo a los pobres. Y tampoco me refiero a que al pueblo le falte inteligencia. He leído suficientes relatos de personas que considero extraordinariamente inteligentes, como Arthur Koestler, para entender cómo no veían lo que estaba frente sus ojos, por simples ganas de no quererlo ver, sólo por cuanto no cuadraba con sus creencias.
Y tampoco me refiero a: "los de la oposición, ellos sí saben", puesto que los que creen que lo nuestro es solucionable con solo cambiar unos "malos" por unos "buenos", están hasta más ciegos que quienes pueden estar intuyendo su "entre los locos de otros y los locos míos, me quedo con los míos".
Y les cito a Edmund Burke, 1729-1797: "Es un error común del pueblo suponer que quienes más se quejan a nombre del pueblo, son los que más se preocupan por su bienestar". Y creo indispensable lograr desatar una furia continua en contra de todos los fariseos-mercaderes-especuladores de la satisfacción de las necesidades pueblo. En otras palabras sugerirles, con firmeza y educación, a todos los Maduro, Giordani, Ramírez y Merentes, de todas nuestras repúblicas, un ¡Cállense la jeta!
En su lugar quisiera ver unos simples supervisores de proyecto constituyente, identificados con todos los colores, con inspiración a ofrecer a todos los ciudadanos proveerlos de unas tarjetas de débito en las cuales, a la 1 de la mañana del primer lunes de cada mes, se les depositaría su cuota parte de las resultas petroleras, con el mensaje: "Venezolano, déjate de confiar en el Estado y confía en ti mismo. ¡Viva la independencia! ¡Viva la soberanía ciudadana!".
Y el Estado, desde ese momento, deberá arreglárselas con lo que les cobra a los ciudadanos en impuestos, y por lo que deberá concentrar su actividad a sus funciones primordiales, entre las cuales está garantizar la seguridad y el libre tránsito por todo el país.
Amigos, Venezuela podrá salvarse en la medida que sepamos elegir nuestros mejores como gobernantes, y en la medida que con mucha furia les exijamos cumplir sus obligaciones básicas de Estado, y que con igual abundancia de furia los limitemos a sólo eso... más nada.
PS. Husmeando por el mundo intuyo que uno de los activos más importantes y más transables en el futuro, será la seguridad ciudadana. Y sueño con que, por ejemplo, nuestra Isla de Margarita se convierta en el lugar más seguro del mundo. ¿Imposible? ¡Qué va! ¿Cuánto vale el trabajo de un policía en una isla insegura, comparado con el trabajo de un policía en la isla más segura de todas?