Otra vez, por idiota, acudí a uno de esos foros masoquistas, donde los venezolanos se reúnen para que, en su cara, expertos internacionales les cuenten lo bueno que ellos son y lo malos que somos nosotros. Esta vez fue con ocasión de la presentación del Índice de la Libertad Económica 2001, publicado por The Heritage Foundation y lujosamente editado en español.
Para comenzar, en la contracubierta del libro se establecía con orgullo que “el internacionalmente aclamado Índice de la Libertad Económica constituye una herramienta indispensable para todos aquellos que realizan inversiones o negocios en el extranjero”, para luego, con refinada crueldad, proceder a detallar las razones por las cuales consideran que Venezuela debe compartir, con China, Indonesia, Georgia, Malawi y Papúa Nueva Guinea, el puesto número 114.
Como es normal, los expertos internacionales sermonearon sobre la necesidad para Venezuela de abandonar el petróleo, como siempre sin explicar el por qué de tanta lloradera mundial, cada vez que recortamos su producción. Por lo visto, en su léxico, abandonar el petróleo, sólo significar renunciar a obtener un buen precio por ese activo no renovable y regalarle al mundo 6 millones de barriles, a un precio menor que 9 dólares – la madre de todos los masoquismos.
Con respecto al proteccionismo, se ignoró lo extraño que resulta que Venezuela esté inundada de importaciones y aún así reciba un puntaje de 4 en una escala donde el 5 es lo peor. Tampoco se comparó nuestra tasa arancelaria promedio del 11.8%, con los 400% o más que aplican Europa y otros países en impuestos discriminatorios a nuestro principal producto de exportación, el petróleo.
En cuanto a los obstáculos a las inversiones extranjeras, se mencionan los límites que existen para radio, televisión y prensa, sin decir una sola palabra sobre áreas como banca, telecomunicación y electricidad, donde el inversionista nacional, casi ha desaparecido. El resultado fue que Venezuela obtuvo el mismo puntaje que Francia en este renglón, no obstante que ese país es mucho más adverso al capital extranjero.
Toda la legislación relativa a la propiedad intelectual, marcas y patentes fue desarrollada por quienes son dueños del 99.9 % de las propiedades intelectuales, marcas y patentes que existen en el mundo. En ocasiones he alertado que por ser un país en vías de desarrollo, debemos tener cuidado al suscribir convenios en esta materia, para que éstos no sólo signifiquen obligarnos a comprar los cachivaches al precio que sea, en la tienda del super patrón global. Cuando entonces Venezuela, en materia de mercado negro y propiedad intelectual, se destaca por su mal comportamiento y saca 5 de 5, reconozco haber estado tentado a preguntar, si tal puntuación, en lugar de poca libertad, pudiera significar mucha libertad económica. Me faltó coraje.
Por supuesto que nadie se puede oponer a la mayoría de las recomendaciones expresadas por los constructores del referido índice. No obstante, jamás debe pensarse que con sólo seguir un recetario, sobre el cómo otros deseen que nos compartamos, podamos aspirar lograr algo bueno, como nación independiente.
Amigos, antes de aplicar proverbios tales como “más vale un pájaro en mano, que cien volando”, debemos estar seguros de no ser pájaros.