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5 de septiembre de 2013

Los intelectuales intelectualmente deshonestos

Hay unos cuantos intelectuales, tanto de renombre nacional como mundial, opinando que si las resultas petroleras de Venezuela, o similares en otros países ricos en recursos naturales, hubiesen sido manejadas por gobiernos y caciques más capaces y más asesorados, todo estaría bien. Es asombrosa su deshonestidad intelectual.
Es imposible, cómo en el caso de Venezuela, que cuando el Estado o el cacique de turno reciben directamente el 97 por ciento de abundantes exportaciones, que una economía, o una sociedad, pueda funcionar.
Y si de repente las estrellas se encuentran espectacularmente alineadas, y las resultas caen en manos de quien pueda lograr hacerlo de regular a bien, apuéstalo, el cacique o gobierno que le ha de seguir, lo hará de mal en peor.
¿Será la posibilidad de llegar a ser uno de los elegidos para asesorar sobre el buen uso de los inmensos ingresos que surgen en una bonanza, lo que les ofusca la mente a estos intelectuales?
Y, si eso les pasa a intelectuales de categoría, imagínese a los de pacotilla.
Y, entre los intelectuales, los peores son los que incorporados en organizaciones "especializadas" promocionan la transparencia para que haya una efectiva supervisión ciudadana, y así solo logran alimentar la ilusión de que las resultas sí pueden ser bien manejadas.
Aquellos simplemente no quieren entender la cruel verdad de que a más que el ciudadano sepa cuán inmenso ese 97 por ciento de fabulosas exportaciones es, mientras las resultas sigan en poder del Estado o el cacique, más quedará subyugado.
Para lo único que serviría tal transparencia, sería para azuzar una revolución que busca permitir al ciudadano conquistar su derecho de manejar el mismo su cuota parte de las resultas, informándoles sobre de qué clase de sinvergüencerías per cápita se está hablando.
Ludwig von Mises decía: "a la larga ningún gobierno puede mantenerse en el poder si no tiene el apoyo de la opinión pública". Tiene razón, solo que von Mises quizás nunca tuvo ocasión de entender cómo un 97 por ciento de abundantes exportaciones, se apodera de una opinión pública y la subyuga.
Ludwig von Mises también decía: "las masas no conciben ideas, buenas o malas, solo pueden elegir entre las ideologías desarrolladas por los líderes intelectuales de la humanidad". Pero quizás von Mises ignoro la triste posibilidad de una jauría de intelectuales, que por pertenecer a la tribu quítate-tú-pa-ponerme-yo, adrede, consciente o inconscientemente, ignorasen la posibilidad de que los ciudadanos administren sus propias resultas petroleras.
Así que, intelectuales del mundo. ¿Qué dirían ustedes si les propongo que el 97 por ciento de las exportaciones de vuestros respectivos países ingresen directamente a las arcas del tesoro? ¿Qué estoy loco? Entonces, permítame pedirles un poco bastante más de honestidad intelectual.
Estado, cacique, aspirantes a caciques o a asesores de caciques venezolanos. Es con ustedes. No sean tan sinvergüenzas y entréguennos nuestras resultas petroleras.
Y no nos vengan con propuestas como el ponerlas en un fondo, a nombre nuestro, donde algunos expertos nos las manejaran expertamente... puesto que eso solo significa que nos siguen viendo caras de los mismitos idiotas que hasta la fecha hemos sido. Que cada ciudadano busque y elija su propio asesor de inversión. Eso forma parte de su proceso de aprendizaje.
Aprovecho para recordarles que la corrupción también se combate, efectivamente, minimizando las tentaciones.

4 de julio de 2000

La punta del iceberg

Año tras año, los países consumidores han castigado a los derivados del petróleo con impuestos, cada vez mayores, elevando así sus precios relativos a nivel del consumidor, reduciendo la demanda por el crudo y, obviamente conformando una de las principales razones por las cuales el índice del precio del petróleo, en términos constantes, evolucionó de un 100% en 1980 a un mísero 18% para 1998.
Llevo varios años y como 50 artículos informando y protestando sobre lo anterior junto con un grupo de amigos que me acompañan. Aún cuando nuestros planteamientos han sido acogidos con mucho interés, especialmente por las nuevas autoridades del Ministerio de Energía y Minas, es sólo durante las últimas semanas que los actores tradicionales del sector han comenzado a ventilar el problema ante la opinión pública.
Hace poco, un articulista, reconocido como uno de los principales expertos petroleros, describió el problema y recomendó, como tantas veces lo hemos sugerido, que la OPEP tomase una actitud más decidida en relación con tales impuestos. Mis amigos inmediatamente me llamaron felicitándome, por cuanto, según ellos, al fin veían evidencia de que la siembra estaba dando resultados y que los esfuerzos no eran tan quijotescos, como habían llegado a creer en ciertos momentos de natural desesperación.
A mis amigos y a todos que me hayan oído predicar sobre el tema les respondo, ¡Sí estoy feliz de que al fin se esté generando una firme opinión pública en contra de estos impuestos – pero, por favor - no bajen la guardia - los impuestos sólo son la punta del iceberg de nuestro problema como país petrolero! 
Nuestro verdadero problema (y el de la OPEP en general) reside justamente en que haya sido posible, que un problema como el descrito, y que tanto nos afecta, haya podido desarrollarse frente a nuestras propias narices y durante décadas, sin que nadie se ha enterado, ni mucho menos protestado. Hace poco menos de un año, al mismo experto a quien antes me referí, le hice una pregunta sobre el tema durante un foro, recibiendo una despreocupada respuesta de; “¡Chico! No sabía que los impuestos eran tan altos”.
Como ya comenté, llevo años preocupado sobre este tema, hasta el punto de que incluso, mucho antes de iniciar mi batalla campal de alerta en contra de los impuestos petroleros, ya había cuestionado públicamente la naturaleza de nuestra relación, como país, hacia el petróleo. A continuación, me he permitido resumir algunas de mis reflexiones.
¡Qué extraño que un país, que tiene días festivos para celebrar todo tipo de eventos y actividades, no tenga el Día del Petróleo para celebrar lo que en otras culturas seguramente hubiese sido reconocido como un legado de Dios!
¡Qué extraño que en un país donde sabemos que el petróleo no dejará de tener vigencia por décadas, todo programa económico que se respete, comience con una declaración, casi esquizofrénica, referente a la necesidad de prepararnos para el día que no tengamos petróleo! Lo anterior siempre me ha parecido algo similar a un talentoso corredor, con potencialidad de ganar los 100 metros planos en las olimpíadas, que desperdicia su carrera, ejercitando sólo sus brazos, para enfrentar el día en que no pueda correr.
¡Qué extraña es la forma como nosotros, que sufrimos de lo que he denominado como obesidad energética (petróleo, gas, carbón, hidro - en inmensas cantidades) solicitemos y confiemos en consejos sobre el cómo manejar nuestra política energética de expertos, que provienen de países con anorexia energética!
¡Qué extraño como aceptamos nuestra responsabilidad ambiental, aún cuando las cuotas de sacrificio son injustamente distribuidas, al cargar todo el peso sobre el petróleo y nada sobre otras fuentes energéticas más contaminantes como el carbón!
¡Qué extraña es la forma como frecuentemente, de manera despectiva, se relaciona al petróleo con un amoral modelo rentista o, simplemente, se le identifica como el excremento del diablo!
¡Qué extraño lo poco que, en términos relativos, educamos a nuestros hijos sobre el petróleo!
El experto petrolero, en su artículo antes referido, menciona el hecho cierto de que en Francia, de la gasolina, los productores reciben el 11%, las empresas el 12% y el gobierno el 77% y dice "Si cualquier país "encareciera" la importación de petróleo de otro país, aplicando un arancel de 77% sobre su precio, eso sería considerado una barrera comercial al libre comercio". ¡Qué extraño que ese experto, aún teniendo toda la información en sus manos, se rehuse a aceptar el verdadero alcance de tales impuestos! El arancel, que siempre se calcula sobre el valor de importación, no es de 77%, sino que representan un mínimo de 233%, si se calcula sobre la base de los 77 que recibe el fisco en relación al precio total de 33 por el producto sin impuestos, o un bochornoso 642%, de calcular lo que representa los 77 del fisco con respecto a los 12 que recibe el productor. Es decir, nuestro experto, a pesar de haber transcurrido un año desde nuestro encuentro, todavía sigue sin saber cuan altos son los impuestos. 
¡No! Nuestro problema como país petrolero no son los impuestos, como tampoco su solución es el haber descubierto el tema. Nuestro problema de fondo es la indiferencia, la ingratitud, la irresponsabilidad fiduciaria y la falta de nacionalismo con que tratamos a nuestro principal recurso. Si no sabemos defender a nuestro país con el petróleo… ¿a quién se le ocurre la posibilidad de que sepamos defenderlo mañana, sin el petróleo?
A mis amigos, cuando me llaman, les digo; ¡SI! Estoy feliz, por el hecho de que se comience a tomar conciencia nacional (y en la OPEP) sobre el problema de los impuestos. No obstante, mi felicidad es parcial. Para estar tranquilo de verdad, me gustaría una evidencia de que el país haya tomado conciencia real sobre el significado del petróleo, logrando quizás, por ejemplo, convocar a unos cuantos millones de ciudadanos, a una Misa de agradecimiento en la Carlota.
He quedado convencido de que el petróleo, como tantas otras cosas, resulta demasiado importante para quedar en manos de los expertos y, en tal sentido, sin duda que la sociedad civil tiene una clara responsabilidad de actuar. Estoy seguro de que el hecho de ser ajeno al sector y no tener conocimientos específicos, puede hasta ser una ventaja. No sólo por aquello de que no poder ver el bosque por ver los árboles, sino que además, en la defensa de nuestros intereses, nos encontramos menos limitados por compromisos con paradigmas falsos. 
Llevo conmigo una copia de una proverbio, que un amigo encontró en un libro de Shunryn Suzuki, que dice algo así “En la mente del aprendiz hay muchas posibilidades, en la del experto pocas ….. el verdadero secreto es siempre ser un aprendiz
Publicado en El Universal 4 de Julio de 2000