Durante los últimos 5 años he publicado más de 80 artículos expresando opiniones críticas en relación con en el manejo de PDVSA y de nuestras políticas petroleras. No obstante, jamás he sido contactado, ni por curiosidad, por ese sector... a no ser por la vez que el CIED, ese ente que se presenta como la Universidad Corporativa de PDVSA, me llamó sólo para preguntarme: ¡Kurowski! ¿Qué tiene Usted en contra de nosotros?
Por ello debo reconocer, que los siguientes comentarios relativos al actual bululú meritocrático son hechos desde afuera, sin conocimiento sobre las particularidades internas de PDVSA, como lamentablemente también serían las opiniones del 99.999999% restante de los venezolanos.
Para comenzar, quisiera aclarar que no me cabe la menor duda de que, hasta la fecha, los meritócratas de PDVSA han cumplido mejor con su misión de generarle ingresos a la Nación, que los políticos con la suya de darle un uso racional a tales ingresos. No obstante, a la hora de la verdad, tal afirmación me resulta algo irrelevante por cuanto quien tiene el mayor mérito con lo del petróleo venezolano es Dios... seguido por la OPEP.
Hace unos años, cuando lo de la Apertura, tuve la impresión de que ésta consistía en que para adelantar unos objetivos propios de algunos en PDVSA, se había “convencido” al gobierno de turno con el pago de unos cuantos miles de millones de dólares, que en esencia no eran sino un adelanto de impuestos por cobrar, equivalentes a lo que hoy sería si el gobierno fuese a vender, por diez años, el derecho de introducir importaciones libres de aranceles. Como detesto ver como nuestros gobiernos malgastan sus ingresos ordinarios, me enfermaba la posibilidad de adelantarles ingresos, por lo que protesté y sostuve que la sociedad civil merecía tener sus propios representantes, directores u Ombudsman en PDVSA. Creo que esa propuesta sigue vigente.
No quiero dejar nuestro destino petrolero en manos de unos políticos, que aún en el supuesto de que llegaran a perseguir unos objetivos correctos, de que tuvieran buenas intenciones y estuvieran libres de agendas propias, desgraciadamente muchas veces no poseen los suficientes conocimientos como para defendernos en un mundo global y moderno, lleno de complicaciones técnicas y pseudotécnicas.
Tampoco quiero dejar ese destino en manos de una meritocracia, que por maravillosa que suene, no es sino un conjunto de normas sobre política organizacional y de personal, igualmente sujetas a ser masajeadas en defensa de intereses extraños. Si la meritocracia fuese tan buena, hace tiempo que todos habríamos abandonado la democracia.
Amigos, estoy seguro de que nosotros los mortales, los dolientes finales, debemos tener el derecho de nombrar a la mayoría de los directores de PDVSA por un período largo, eligiéndolos entre profesionales con mente crítica y formación amplia, que no tengan otro interés que el bien del país y el futuro de sus hijos, nietos y bisnietos. ¿Directores como yo? ¡Pues SI! No hay tiempo para la modestia.