¡Mis padres fueron a visitar el futuro de mi país y todo lo que me trajeron fue éste litro de gasolina ta-barata-dame-dos! ¡La gasolina barata es la madre de todos los consuelos de tontos! ¡Venezuela es una empresa cervecera que solo paga sus dividendos en cerveza, solo a quienes gustan de cerveza!
Un oposicionista declaró la semana pasada, en esta misma página, "Me opongo a regalar gasolina a gobernantes chulos que buscan vivir de nuestras riquezas" y aun cuando en eso tiene toda la razón, tampoco debería olvidarse que los consumidores venezolanos de gasolina igualito, por casi un siglo ya, nos hemos chuleado la gasolina a costa de los ciudadanos que no la consumen.
El vender la gasolina por debajo de su valor mercado pertenece a una de esas desastrosas políticas públicas de las que sin duda se puede decir que si el liderazgo anterior hubiere tenido el coraje y la honestidad intelectual de corregir, de seguro que no estaríamos en éstas.
Que con esa medida el gobierno se hace de más recursos para despilfarrar, por supuesto y el despilfarro debe ser criticado, ahora quizás hasta con más fuerza, ya que bien quisiéramos ver al gobierno venezolano regalando gasolina en el exterior si su precio doméstico fuese más de 4.000 bolívares por litro, como por ejemplo lo es en Noruega, otro país petrolero.
Otro argumento en contra del aumento de los precios de la gasolina y que brota de nuestro surrealismo oposicionista, es el relativo a su impacto inflacionario. Sin duda que los índices aumentarán, pero ello no tiene un ápice que ver con el causar una inflación sino simplemente con el ajustarse a la que ya se ha causado. Hay dos inflaciones. La primera, la mala, es la inflación por demanda, la que se produce por el exceso de bolívares que existe relativo tanto a los pocos bienes y servicios ofertados como a la ausencia de esa confianza que produce ahorros e inversiones. En este sentido un aumento de la gasolina podría hasta funcionar como una esponja que absorbe la liquidez que de otra manera se traduciría en una mayor inflación de otros rubros. La segunda inflación, la buena, o por lo menos la necesaria, la de costos, es la que se produce cuando los precios se ajustan a las realidades.
A nadie le puede convenir que un recurso como la gasolina se venda por debajo de su valor y sostenerlo simplemente implica complicidad en el engaño. Valoricemos a nuestra gasolina como ese recurso vital que es y no sigamos vendiéndola despectivamente a precio de agua, sucia… y ese ruego no tiene nada de nada que ver con el ser gobierno o el ser oposición, sino simplemente con el ser un buen venezolano.
Ahora bien, como ese buen gobierno sombra que debemos ser la oposición, exijamos que el gobierno devuelva directamente a los ciudadanos hasta el último centavo que obtendrá del aumento de la gasolina, ya que los venezolanos sabrán mucho mejor qué hacer con esos recursos, así sea solo para comprar gasolina o cerveza… a sus precios correctos.