Todos hemos durante casi un siglo ya aceptado o condonado con nuestro silencio que el Estado retenga las resultas del petróleo y sea el responsable por darle su mejor uso, gastándolas o sembrándolas.
Lo anterior y especialmente cuando el precio del petróleo es alto y las resultas inmensas, sitúan tantos recursos en manos del Estado que nosotros, los ciudadanos, conciente o inconscientemente, no solo buscamos recuperar lo que podría ser nuestra justa cuota parte de esas resultas sino, preferiblemente, algo mas. En tal sentido la gran mayoría de los venezolanos tenemos rabo de paja y quienes por alguna razón no la han logrado, nuestros muy pobres, tienen por supuesto todo el derecho del mundo de aspirar a tener su propio y frondoso rabo de paja.
La captura de lo nuestro lo hemos buscado vía contratos públicos, Recadi, Cadivi, gasolina regalada, planes tipo Mariscal de Ayacucho, cargos públicos para los cual no somos suficientemente calificados y muchas otras vías, algunas de las cuales pueden ser tan creativas o sigilosas que ni siquiera las conocemos.
Por supuesto el todos tener rabos de paja en un país que funciona es algo muy diferente a poseerlos en un país que no funciona, por cuanto en el primer caso por lo menos podríamos justificar toda la energía, inteligencia, creatividad y combatividad que hemos invertido en su consecución con nuestra chupadera de las medias del cacique de turno.
No obstante lo mas triste es que las resultas del petróleo y que estaban supuestas hacernos unos grandes profesionales, trabajadores, empresarios y ciudadanos, con su centralización en manos del cacique de turno, han terminado por convertirnos en limosneros… ya que limosnero es limosnero independientemente de lo bien que se vista y de a quien le pida la limosna.
A lo anterior tenemos que darle un parado ya, a cuenta del amor que le profesamos a Venezuela y a nuestros hijos.
Ustedes saben que llevo tiempo escribiendo sobre lo grotesco que resultan los precios a los cuales vendemos la gasolina en Venezuela. Pero igualmente saben que igual como ustedes he sufrido del solo pensar que algo de esos aumentos vayan a ingresar a las cuevas donde el gobierno guarda sus otros tesoros y por lo que siempre he sujetado ese aumento a que el ingreso que ello genere se reparta íntegramente por partes iguales y en efectivo entre los ciudadanos.
No obstante necesitando nuestro país con tanta urgencia un gobierno lo suficientemente bueno para que pueda hacer las cosas que debe hacer, en lugar de un gobierno repartidor, tan malo que hasta nos contentamos con las cosas malas que nos deja de hacer, he llegado al convencimiento que no nos queda otra ruta que librarnos de nuestros propios rabos de paja, para así poder retarlos, en nuestro campo de batalla, el de la justicia social y la racionalidad económica.
Ciudadano Cacique de Turno, respetuosamente le informo que tiene usted la obligación de aumentar el precio de la gasolina, que aparte de enviar unos exabruptos señalamientos económicos que estimulan el que se queme para nada, permite además a los que tienen carros repartirse de manera injusta unos inmensos recursos, que hoy pasan de los catorce mil millones de dólares anuales, a cuenta de quienes no los tienen.
Ciudadano Cacique de Turno, respetuosamente le informo que es su obligación de lograr imponer tal aumento de la gasolina sin que el país se le venga abajo y el no hacerlo equivale a una admisión propia que usted no tiene ni el liderazgo suficiente, ni esta calificado para gobernar… con lo que me parece que no le quedaría otra que renunciar.
Y así siempre se lo haremos saber al mundo, cuando alguno de nuestros caciques de turno ande por ahí vendiéndose como líder mundial y echándosela de justo y preocupado por el ambiente. Se le pedirá explicar, en público, lo de los 12 céntimos de dólar por galón de gasolina, cien veces menos que el precio en Europa, así como esa absoluta falta de liderazgo que tiene en su propia casa.
Ciudadano Cacique de Turno, respetuosamente, atrévase y cóbreme los 1.500 bolívares débiles que como mínimo debería cobrarme por la gasolina, si quiere ser justo con los pobres, racional con la economía y responsable con el ambiente… ándale… no sea cobarde.
Amigo compatriota, un rabo de paja personal de diseño exclusivo puede que en ciertos momentos le pueda haber brindado algunas ventajas especiales al que lo luce, pero los rabos de paja masificados, tipo los nuestros, llevados por millones de venezolanos, resultan sencillamente estúpidos y hasta se ven ridículos.
El Universal
Noticiero Digital
Lo anterior y especialmente cuando el precio del petróleo es alto y las resultas inmensas, sitúan tantos recursos en manos del Estado que nosotros, los ciudadanos, conciente o inconscientemente, no solo buscamos recuperar lo que podría ser nuestra justa cuota parte de esas resultas sino, preferiblemente, algo mas. En tal sentido la gran mayoría de los venezolanos tenemos rabo de paja y quienes por alguna razón no la han logrado, nuestros muy pobres, tienen por supuesto todo el derecho del mundo de aspirar a tener su propio y frondoso rabo de paja.
La captura de lo nuestro lo hemos buscado vía contratos públicos, Recadi, Cadivi, gasolina regalada, planes tipo Mariscal de Ayacucho, cargos públicos para los cual no somos suficientemente calificados y muchas otras vías, algunas de las cuales pueden ser tan creativas o sigilosas que ni siquiera las conocemos.
Por supuesto el todos tener rabos de paja en un país que funciona es algo muy diferente a poseerlos en un país que no funciona, por cuanto en el primer caso por lo menos podríamos justificar toda la energía, inteligencia, creatividad y combatividad que hemos invertido en su consecución con nuestra chupadera de las medias del cacique de turno.
No obstante lo mas triste es que las resultas del petróleo y que estaban supuestas hacernos unos grandes profesionales, trabajadores, empresarios y ciudadanos, con su centralización en manos del cacique de turno, han terminado por convertirnos en limosneros… ya que limosnero es limosnero independientemente de lo bien que se vista y de a quien le pida la limosna.
A lo anterior tenemos que darle un parado ya, a cuenta del amor que le profesamos a Venezuela y a nuestros hijos.
Ustedes saben que llevo tiempo escribiendo sobre lo grotesco que resultan los precios a los cuales vendemos la gasolina en Venezuela. Pero igualmente saben que igual como ustedes he sufrido del solo pensar que algo de esos aumentos vayan a ingresar a las cuevas donde el gobierno guarda sus otros tesoros y por lo que siempre he sujetado ese aumento a que el ingreso que ello genere se reparta íntegramente por partes iguales y en efectivo entre los ciudadanos.
No obstante necesitando nuestro país con tanta urgencia un gobierno lo suficientemente bueno para que pueda hacer las cosas que debe hacer, en lugar de un gobierno repartidor, tan malo que hasta nos contentamos con las cosas malas que nos deja de hacer, he llegado al convencimiento que no nos queda otra ruta que librarnos de nuestros propios rabos de paja, para así poder retarlos, en nuestro campo de batalla, el de la justicia social y la racionalidad económica.
Ciudadano Cacique de Turno, respetuosamente le informo que tiene usted la obligación de aumentar el precio de la gasolina, que aparte de enviar unos exabruptos señalamientos económicos que estimulan el que se queme para nada, permite además a los que tienen carros repartirse de manera injusta unos inmensos recursos, que hoy pasan de los catorce mil millones de dólares anuales, a cuenta de quienes no los tienen.
Ciudadano Cacique de Turno, respetuosamente le informo que es su obligación de lograr imponer tal aumento de la gasolina sin que el país se le venga abajo y el no hacerlo equivale a una admisión propia que usted no tiene ni el liderazgo suficiente, ni esta calificado para gobernar… con lo que me parece que no le quedaría otra que renunciar.
Y así siempre se lo haremos saber al mundo, cuando alguno de nuestros caciques de turno ande por ahí vendiéndose como líder mundial y echándosela de justo y preocupado por el ambiente. Se le pedirá explicar, en público, lo de los 12 céntimos de dólar por galón de gasolina, cien veces menos que el precio en Europa, así como esa absoluta falta de liderazgo que tiene en su propia casa.
Ciudadano Cacique de Turno, respetuosamente, atrévase y cóbreme los 1.500 bolívares débiles que como mínimo debería cobrarme por la gasolina, si quiere ser justo con los pobres, racional con la economía y responsable con el ambiente… ándale… no sea cobarde.
Amigo compatriota, un rabo de paja personal de diseño exclusivo puede que en ciertos momentos le pueda haber brindado algunas ventajas especiales al que lo luce, pero los rabos de paja masificados, tipo los nuestros, llevados por millones de venezolanos, resultan sencillamente estúpidos y hasta se ven ridículos.
El Universal
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