Como diría Ortega y Gasset, todo presidente es un presidente de acuerdo a sus circunstancias. En Venezuela, donde las resultas petroleras son enteramente centralizadas en el Estado, las principales circunstancias de un presidente con aquello hecho cacique, son la abundancia o la escasez de ingresos petroleros. Cuando son abundantes, será un cacique independientemente rico que no requiere de los ciudadanos y que puede financiar todos sus delirios. Cuando son escasos, será un cacique pobre que debe ser más presidente, conversar más con los ciudadanos, e iniciar procesos de fortalecimiento institucional para sobrevivir.
Jamás debemos discutir a presidentes-caciques fuera de nuestro contexto petrolero. El así hacerlo sólo alimenta la noción o las esperanzas de que por ahí en Venezuela ronda el gran héroe salvador con capacidad de usar la chequera de las resultas petroleras para desarrollar al país para siempre. Por supuesto que hasta por puro cálculo probabilístico algún cacique podría lograr hacer algo bueno, de vez en cuando… pero tal cálculo probabilístico igualmente indicaría, con absoluta certeza, que luego llegaría un cacique que derrumbaría todo lo bueno... sin encargarse de lo malo.
El fracaso de los presidentes en Venezuela, se debe principalmente a la negación de los ciudadanos en aceptar la responsabilidad directa por administrar aquellos recursos naturales con los cuales han sido bendecidos por la Providencia… lo que ante nada es el resultado de su muy cobarde necesidad de tener siempre a alguien a quien culpar. ¿No nos gustó CAP, Caldera, Lusinchi, Herrera, o el cacique de turno? Pues amigos, los principales culpables de ello somos nosotros mismos… directa o indirectamente. Foca es foca, así esté vestido de etiqueta o de rojo-rojito.
El país necesita tener un presidente que gobierna para los venezolanos, con lo que le pagamos en impuestos. Mientras tengamos caciques con la responsabilidad adicional de administrar nuestros planes de pensión y la repartición de las piñatas petroleras, simplemente no lograremos tener el presidente que necesitamos.
Carlos Andrés Pérez, Q.E.P.D., como muchos líderes tenía el deseo natural de poder dejar un magnifico legado para el país, y por cuanto era un hombre enérgico con mucha confianza en sí mismo y no sufría de complejos, le echó muchas piernas al asunto. En CAP-I disponiendo de amplias riquezas petroleras; en CAP-II trabajando con las uñas tales como privatizaciones que cuan venta de la platería familiar le inyectaban algo de recursos, o con las conversiones de deuda pública en capital que ofrecían algo de luz en la oscuridad. Por cuanto CAP era admirador de lo moderno, el país respiró con él un oxígeno embriagante y que en mucho lo enloqueció.
El cacique de turno comparte con CAP el deseo de dejar un legado, algo evidente en que como mínimo quiere que su cara sustituya a la del Che en las franelas izquierdoides del mañana. Lamentablemente, por cuanto sufre de complejos y entre los íconos del pasado que admira hay muchos de tercera categoría, el enloquecimiento sufrido por el país durante la actual bonanza petrolera, ha sido más bien causado por una falta de oxígeno… lo que podría causar ciertos daños permanentes.
Finalmente necesito hoy resaltar que CAP fue un demócrata que se esforzó en ser un respetuoso de las leyes, lo cual contrasta mucho con quienes son tan pequeños que se creen la ley.
¡Feliz Año Nuevo!
PS. Como nota histórica tuve la oportunidad de ser el traductor entre CAP y Olof Palme cuando éstos conversaron y negociaron sobre el futuro de Felipe González.