Desarrollar, de manera racional, el sector gas en la Venezuela actual conforma un reto muy interesante por cuanto, en esencia, significa buscar justificar nuevas calorías para un país energéticamente obeso.
A veces, un análisis hecho por alguien que, por no estar demasiado cercano a la industria, corre menos riesgo de no ver el bosque por los arboles, puede proveer una visión distinta y, aún así, válida. En tal sentido, quisiera compartir algunas inquietudes surgidas luego del estudio del problema existente y del análisis de varios documentos relativos al tema.
Antes que nada, conviene recordar que existen dos tipos de gas. El gas asociado, que se obtiene como resultado de la actividad petrolera y el gas no asociado, también conocido como gas libre, que proviene del desarrollo y explotación de yacimientos independientes. Hoy voy a referirme principalmente a los proyectos de gas libre, tanto para el mercado nacional como para el internacional.
Para desarrollar un proyecto de gas, el inversionista necesita contar con un precio que genere los suficientes ingresos para cubrir sus gastos operativos, amortizar su inversión y obtener algún rendimiento. Existen muchos modelos teóricos para fijar tales precios, pero...¿verdaderamente responde éstos a nuestras realidades?
En el mercado nacional, una de las dificultades presentes, para desarrollar los proyectos de gas, radica en que existen tantas fuentes de energía en Venezuela, (hidro, petróleo y gas asociado), que se hace difícil obtener, vía el mercado, un precio que permita al gas libre competir. En tales circunstancias, la teoría que con mayor frecuencia se menciona, recomienda fijar una tarifa, calculada sobre la base de simular un mercado, obteniéndose así un precio para el gas igual al costo marginal de su desarrollo más un razonable rendimiento.
Partiendo de la base de que nuestro consumidor estaría renuente a pagar una tarifa más alta que la necesaria, la única interpretación natural, que le puedo dar a lo de "un razonable rendimiento", radica en que incluye el rendimiento exigido por el inversionista, pero no una contribución a la Nación, por el hecho de que en el proceso se está consumiendo un recurso no renovable.
Como venezolano, y considerando que tenemos una responsabilidad fiduciaria, ante las futuras generaciones, de darle un uso correcto a nuestros recursos naturales no renovables, simplemente me resulta inaceptable cualquier teoría que pueda, de alguna forma, sostener que el precio del gas sólo cubra el costo de extraerlo.
Hoy, en el sector eléctrico nacional, encontramos áreas en donde se genera energía con un petróleo que, de no dársele ese uso, podría ser exportado. El gas, sin duda, parecería ser a simple vista un buen sustituto, pero estoy seguro de que si el país le asignase, así fuera un valor mínimo al gas extraído, nos daríamos cuenta de que en la mayoría de los casos, la mejor alternativa sería la de optimizar nuestro sistema de transmisión de hidro-electricidad que, además de todo, es renovable.
Puede que, hasta por razones de seguridad, exista una justificación para el uso del gas libre en el sector de energía nacional y no sugiero que debamos renunciar a su uso. No obstante, al tratar de establecer su costo de oportunidad, debemos tener en mente que la verdadera oportunidad para el gas, podrá encontrarse tan distante en el tiempo que hoy, ni siquiera la entenderíamos.
En el mercado internacional, ya que exportamos a países que tienen un déficit energético, sí existe la figura del mercado, para evaluar el precio de oportunidad actual del gas. No obstante, creo que el simple hecho de que en ese mercado el precio resulte mayor al costo de extracción, no resulta razón suficiente para validar un proyecto destinado a explotar un recurso energético no-renovable.
Desde mi punto de vista, a largo plazo, el gas y el petróleo forman parte de un mismo mercado energético mundial y, en tal sentido, nuestras ventas de energía deben tener como objetivo maximizar nuestros rendimientos como país, por cada unidad energética que hemos sacrificado.
Si gracias a Dios (y a la OPEP), nuestro país logra hoy obtener un cierto margen en el petróleo, así sea insuficiente, no entiendo quién pueda argumentar sacrificar nuestro gas no renovable, en un mercado (sin OPEG), y donde Venezuela sin duda obtendría márgenes muy inferiores, por no decir nulos.
Si adicionalmente, por apurados, para adelantar la gestación de la industria del gas libre, debemos recurrir a la inseminación artificial y a la cesárea, al asociarnos con terceros, diluyendo así la propiedad del gas, creo tener el derecho de decir que presiento un tufito de Apertura.
La teoría económica, que hoy alimenta nuestras decisiones energéticas, ha sido desarrollada en países con escasez de tales recursos. En el caso del gas libre, el que Venezuela se adelante, sólo puede ser de interés para quienes desean que Venezuela, a precios mínimos, maximice su oferta energética mundial y liquide, a precios bajos, sus reservas.
Antes de que nos volvamos locos poniendo a competir dentro de nuestro mercado nacional, unos contra otros, al petróleo, al gas y la hidro, (lo cual sólo traería como consecuencia su desperdicio), Venezuela debería desarrollar sus propios principios de cómo valorizar sus recursos energéticos. En tal sentido, podría ser que se fije, por ejemplo para el petróleo, un precio mínimo de US$ 20 neto por barril por el sólo derecho de extraerlo. Si hubiésemos hecho eso antes, quizás nos habríamos salvado de la históricamente bochornosa situación, que hace poco sufrimos cuando el país, recibiendo sólo un bruto de US$ 9 por barril, aplaudía la propuesta de elevar la producción a 7 millones de barriles diarios.
El Domingo 19 de Marzo de este año el Sr. Giusti al hacer unas declaraciones a la prensa sobre la apertura, cual vendedor de tiempo compartido o, mejor dicho, de gas compartido, sometió el país a presión al decir que “Los integrantes de la actual generación no podemos cometer la irresponsabilidad de permitir que ..... dentro de pocas décadas los inmensos recursos del subsuelo corran el riesgo de verse convertidos en un monumento a lo que pudo haber sido y no fue.”
Sin quitarle algo de razón a Giusti, considero mucho peor el permitir que los inmensos recursos del subsuelo corran la certeza de desaparecer por nada y para nada. Lo lamento, creo que los promotores del proyecto Cristóbal Colón, que hoy está resucitando, nos deben argumentos mucho mas sólidos que lo justifique. No bastan los tradicionales espejitos, relativos al mucho empleo que, a juicio de ellos, generaría la inversión en nuestro país y que, al final solo resultan espejismos o empleos generados en otros países.
¡Qué irónico sería que quienes ayer nos ayudaron salvar al petróleo de la Apertura I, hoy nos hagan perder el gas en una Apertura II.!
P.D. Hay muchos otros instrumentos analíticos que representan graves riesgos para un país en vías de desarrollo cuando son utilizados sin criterio. Un ejemplo es el uso del valor presente en la toma de decisiones de un país. Observen el siguiente circulo vicioso.
· Un país entra en problemas normalmente por falta de una política a largo plazo.
· Tales problemas inciden en un aumento de las tasas de interés.
· Al descontar los flujos con mayores tasas de interés los periodos mas alejados pierden importancia - resultando en aún menos consideración al largo plazo.