Cuando Venezuela, aupada por la mayoría de la banca internacional contrató su deuda externa, una de las premisas básicas era la de un contínuo crecimiento de sus ingresos petroleros. Tal premisa se cumplió en la mayor parte del mundo, donde el valor del petróleo efectivamente aumentó, así fue el caso de Alemania donde el índice de precios, en valores constantes, para los productos petroleros a nivel de consumidor subió de 100% en 1980 a 111% en 1998.
No obstante, debido a que los impuestos petroleros aplicados por los países consumidores aumentaron proporcionalmente aún más, lo anterior no se reflejó en los ingresos de los productores del crudo, quienes lamentablemente vieron el índice de precios de su petróleo crudo, en moneda constante, bajar de un 100% en 1980 a un vergonzoso 18% para 1998, disminuyendo así su participación en la renta petrolera. Como ejemplo del crecimiento de los impuestos encontramos por ejemplo el caso de Alemania donde el impuesto a la gasolina paso de un alto 96% ad-valorem en 1980, a un absurdo 317% para 1998.
Resulta difícil predecir cuál hubiese sido el resultado para una economía, como la de Venezuela, de no haberse aumentado en el mundo los impuestos al petróleo y sus derivados. No obstante, no creo que estaría exagerando al decir que, de haberse limitado los mismos, a nivel mundial, a un exorbitante 50% ad-valorem (menos de lo que aplicamos al vino Riesling alemán), Venezuela habría percibido ingresos adicionales suficientes para cancelar toda su deuda externa actual en menos de 2 años.
Lo curioso es que los países consumidores tampoco se han beneficiado necesariamente, por haber aplicado mayores impuestos petroleros. Así vemos cómo la Alemania de hoy enfrenta, no sólo un serio problema de desempleo estructural, sino también una gran incertidumbre en cuanto a la solvencia de su sistema de seguridad social. De allí que haya llegado el momento de gritar !YA BASTA!, cuando perplejamente oímos cómo Alemania anuncia a los cuatro vientos su intención de seguir buscando la solución a sus problemas, a costa de los petroleros.
EL 1ro. de Abril de 1999 se promulgó en Alemania, una Reforma Impositiva Ecológica, en virtud de la cual a los actuales impuestos, se deben añadir 6 pfennigs (0.06 Marcos Alemanes) por cada litro de gasolina y diesel, 4 Pf por litro de fuel oil, 2.8 Pf por m3 de gas natural, y 2 Pf por kWh de electricidad.
Los ingresos provenientes de estos nuevos impuestos se destinarán íntegramente a reducir las contribuciones al sistema de seguridad social, bajando los costos salariales para el empleador, con la esperanza de crear así nuevas fuentes de empleo.
El Sr. Michael Kohlhaas del Instituto Germánico de Investigaciones Económicas declara que el impuesto ecológico "es el primer impuesto explícitamente destinado a aumentar el costo de la energía y disminuir el costo laboral, como factores de producción, con el propósito de desincentivar el uso del primero y fomentar el segundo”.
Desde nuestra perspectiva, de forma cruda, pero realista, podemos decir en dos platos que tal reforma fiscal lo que logra es quitarle recursos al viejito venezolano para dárselos al viejito alemán.
Con una concepción del impuesto como la anterior, que equivale casi a una declaración de guerra al petróleo y a sabiendas de que muchos de los grupos ecologistas, que apoyan a la actual coalición de gobierno exigen, para los próximos 10 años, aumentos anuales de 30 pfennig por litro de gasolina, no puede haber duda sobre la magnitud de la amenaza que estos impuestos significan para un país petrolero como el nuestro.
Afortunadamente, dado que en la propia Alemania existe mucha oposición al impuesto, la pelea no está perdida. Aparte de aquéllos que sostienen que el impuesto, al hacer Alemania menos competitiva, no logrará disminuir el desempleo, existe un considerable grupo que centra su crítica alrededor del hecho de que, como siempre, al carbón no se le aplican impuestos. Esto último desnuda lo falso del argumento ambiental, con el que generalmente se busca ocultar la naturaleza sólo fiscalista de los impuestos petroleros, resaltando su carácter altamente discriminatorio.
Es nuestra obligación enfrentar los impuestos al petróleo y apoyar cualquier oposición a los mismos.
Si yo fuera la autoridad en Venezuela, no dudaría en introducir ante nuestra Asamblea Nacional una Ley de Impuestos, que grave con un impuesto de US$100 cada kilo de vehículo Mercedes Benz y BMW fabricado en Alemania y vendido en Venezuela – destinando su recaudación íntegramente al pago de las jubilaciones de nuestros viejitos. (Lo que es igual no es trampa)
Tal impuesto no sería de una magnitud muy distinta a la del que Alemania le aplica a la gasolina, ni tampoco más discriminatorio. En cuanto a su fundamento moral, les dejo a Ustedes reflexionar sobre quién está más necesitado, el viejito alemán o el viejito venezolano….
Sólo existe un pequeño inconveniente, como consecuencia del impuesto que propongo, el precio resultante de los vehículos sería tan alto que no obviamente no habría ventas, por lo que no se recaudaría el impuesto necesario para aliviar la problemática del jubilado venezolano, pero, por lo menos, habríamos enviado una firme protesta ante la política fiscal alemana.
Por último, y tomando en cuenta, que al parecer muchos otros de los países de la OPEP también tienen una gran afición por los Mercedes Benz y los BMW, los invitaría a seguir nuestro ejemplo, uniéndonos así en un gran operativo conjunto de la OPEP, que quizás sería mucho más constructivo que la tradicional actitud de abrir o cerrar el chorro petrolero.