En momentos cuando por descuido hacemos abstracción del hecho que el socialismo que el cacique de turno nos quiere imponer es ante nada un proyecto para mantenerse en el poder, y solo oímos a un ser desesperado por encontrar la manera de hacernos comprar su invento, hasta le podemos tener lastima.
Durante la larga cadena del Sábado, y que con la ironía propia de la historia fue transmitida desde una fábrica de quesos, el cacique hablaba, analizaba, explicaba e inventaba sobre comunas y vida comunitaria. Buscaba animar sus alumnos con unos cuantos “¡eh!” pero sin querer darse cuenta que sus alumnos no tenían el más mínimo interés en la materia. Sus candidatos a hombres nuevos, esos cuya graduación se nos hace más lejana que nunca, no tenían tiempo para escuchar al maestro por, cuán hombres viejos, estar ocupados buscándole la manzana más bonita y más rojita.
Si igualmente hacemos abstracción del hecho que el cacique nos dice que si no es por las buenas será por las malas que conseguirá a ése hombre nuevo, “no puede haber reconciliación”, hubo momentos en que, cerrando los ojos, nos sonaba algo así como un hippie de los sesenta. ¿Qué pasaría si el cacique abandona los duros Hell´s Angels, y se deja crecer el pelo, se pone un bluyín acampanado, se guinda unas flores en el cuello y, tal Scott McKenzie, nos canta “If we´re going to Sabaneta? ¿Tendría así una mejor posibilidad de labrar su hombre nuevo?
En su probablemente muy sincera frustración sobre lo tanto que el hombre nuevo se hace esperar, el cacique teorizaba sobre la posibilidad que las actuales comunas eran demasiado pequeñas para servir como aldeas Potemkin; y por lo que habría que desarrollar macro-comunas para convertir a los incrédulos. Algo así como esa misma fábrica de quesos multiplicada por mil y hecha fuente de orgullo revolucionario al estar planificado que en un futuro desplazara mundialmente al queso camembert con nuestro queso guayanés. ¿Se lo creemos?
El neo-Sábado Sensacional recordaba reality shows con sus cámaras ocultas, solo que en este caso era imposible decir quien estaba filmando a quien; si el cacique a los indios; o los indios al cacique; o los indios y el cacique a la oposición; u, horror, el mundo a los venezolanos. De repente en Alemania, unas amas de casa y unos sociólogos, no se pierden ni un solo capítulo de su “Rot-rotlein Venezuela”.
Ni por un segundo le peleo al cacique de turno la idea de querer un hombre nuevo, por supuesto uno mejor… ¿quién no lo quisiera? Pero, aparte del cómo formarlo, tenemos el problema de cómo asegurar que ese hombre nuevo sobreviva en nuestro duro hábitat. Por ejemplo, mientras, ¿qué nos hacemos con tanto hombre viejo?... los que hasta incluyen al cacique que aún cuando lo germino la democracia, nos resulto más viejo que Los Tres Villalobos.
De lo que si estamos seguros es que ese hombre nuevo que queremos, no surgirá a fuerza de obedecer; ni a quien tenga un mando militar, ni a quien cargue con una chequera petrolera, y mucho menos a un todo-en-uno yo-solito-mando-propongo-y-decido.
Estoy seguro que el hombre nuevo que queremos es antes que nada un hombre capacitado para asumir sus responsabilidades y crear consensos, y no un experto en evadirlas culpando a otros y fomentar disensos. Si ese hombre nuevo se hace esperar, pues que así sea, por cuanto con hombre nuevo maloso, ni para la esquina.