Sin duda prefiero que un gobierno obtenga todos sus ingresos vía el cobro de impuestos a sus ciudadanos, para que quede claro quién trabaja para quien. En nuestra Venezuela lo que es perfectamente claro es que el ciudadano se encuentra subyugado por la chequera de las resultas petroleras en manos del cacique de turno. La noción de que somos un pueblo libre y soberano es tan ridícula que hasta causa risa. ¡Vaya independencia más fofa!
No obstante, podría hasta entender un país reteniendo y usando las resultas petroleras de sus ciudadanos para construir infraestructuras como puentes y ferrocarriles, con las cuales apoyar las actividades de sus ciudadanos, pero, usarlas para entregarle viviendas a algunos de ellos, no tiene el más mínimo sentido y representa solo un asqueroso tráfico de ilusiones. Inefectivo además, por cuanto mejor sería efectuar un sorteo y entregarle el dinero a algunos de los necesitados... pero, como aquello no produce negocios y no deja a los ciudadanos encadenados a un permanente estado de ilusión, pues no interesa.
De las entrañas de nuestra Venezuela se extrae más del 95 por ciento del flujo de ingresos de exportaciones que nos mantiene, y ese flujo, en pleno siglo II, es administrado por un cacique con gran plumaje, con nosotros los indios bailando y aullando en su alrededor, vistiendo taparrabos del color que más le agrade al cacique, para que nos trate bien. ¿Puede algo así ser un país con chance de llegar a ser grande y funcional? ¡Por supuesto que no! ¡Es una monumental trampa-jaula productora de desilusiones!
Y lo más desesperante es lo poco o nada que buscamos salirnos de dicha trampa-jaula, al concentrarnos en sólo lograr un mejor acomodo dentro de ella. Mientras ahí sigamos, seremos un pueblo que aún cuando quizás esté bien maquillado y bien vestido, será de segunda o tercera. Hoy la única revolución o movimiento independista que con derecho pueda llamarse así, es la que nos permita librarnos del yugo petrolero. Necesitamos guerreros por la independencia ciudadana y no solo otros traficantes de ilusiones, supuestamente más bellas.
Y ya oigo a los aspirantes de la llamada oposición pero que en esencia representan una continuación mejorada del mismo centralismo petrolero decir: "¿Y no es la principal responsabilidad de un político vender las ilusiones que sean necesaria para poder llegar al poder?". ¡Será, pero me importa un bledo!
Yo podré sentir mucha simpatía por algunos de los candidatos de la oposición, y 99.99% tendrán mi voto, algo que me duele confesar por cuanto eso los hace sentirse indispensables, pero eso no significa que deba creer en que ellos sí pueden. Al contrario, sin que nos libremos del yugo sé, 99.999% que, al ganar, no podrán.
¿Y que todos ellos sienten un inmenso respeto por el ciudadano? ¡Falso! Al ciudadano se le respeta de verdad entregándole su cuota igual de resultas petroleras sin ninguna discriminación. No hay respeto al ciudadano cuando la premisa operativa del negocio político venezolano es la de que "el pueblo es incapaz y a nosotros nos toca sacrificarnos para manejarle sus resultas petroleras".
Espero y ruego por que en algún momento algún candidato deje "las costumbres y los vicios" de nuestra realidad petrolera y "siento el asco del vacío" por las ilusiones con las que trafica, y comience hablar sobre la independencia y la soberanía... del ciudadano.