Sin duda
que las resultas petroleras nos han embrutecido como pueblo. Digo esto por
cuanto cuando sugiero que tales resultas sean entregadas directamente a los
ciudadanos, para que sean estos quienes las siembren, con frecuencia oigo
barbaridades como... ¿y entonces con qué se construye y se limpian las calles?
Obviamente, como pueblo, sufrimos de algún trastorno mental.
Y, el trastorno
mental de un pueblo, es algo infinitamente más serio y dañino que el trastorno
mental de un "Amado Líder", por poco o muy amado, o poco o muy líder
que sea.
Por ejemplo, es
como para acostar a todos los venezolanos sobre el sofá del psicólogo, para
buscar entender cómo puedan creer que el país esté mejor por el hecho de que
unos 500.000 barriles de petróleo se regale en gasolina u otros derivados, en
el mercado doméstico. En una sociedad civilizada, un país, tamaña locura jamás
estaría ocurriendo. En fin, parecemos ser solo un primitivo poblado que se
rehúsa ser país.
Y nada más triste
que ver un país desbarrancándose a cuenta de algo que si bien puede que no sea
malévolo en su intención, sí lo es en cuanto a sus consecuencias, y una
oposición política que dice poco o nada al respecto; y que principalmente
compite en el terreno de ofrecer distintos rellenos de piñata, sin tampoco
requerir de las contraprestaciones necesarias.
Todos los candidatos,
se vanaglorian de estar recorriendo el país para enterarse de las necesidades
del pueblo, y verle los ojos a sus electores. Eso no significa absolutamente
nada, si en esos encuentros no se discute lo importante ni se dicen las
verdades. Si estuviese yo en ese plan, no perdería un solo momento en
explicarle a mis compatriotas que el regalar a los que consumen gasolina unos
40 millones de dólares diarios, más de lo que se gasta en todo el presupuesto
de educación y salud, 8 veces el gasto en todas las misiones, es algo que nadie
que quiere a su país debe permitir.
Igualmente no
dejaría de repetirles, día tras día, a todos los electores venezolanos,
especialmente a los que favorecen al gobierno de turno, que más de una década
sin ajustes en los precios de la gasolina, evidencian un patriotismo
fraudulento y un engaño del pueblo, de gigantescas e históricas proporciones.
Por supuesto, aun
cuando sea una madre de puntas de iceberg, no sugiero que el precio de la
gasolina, sea nuestro único problema. Ni mucho menos sugiero que se aumente el
precio de la gasolina para aumentarle el poder a un gobierno excesivamente
empoderado. ¡No! Por cuanto la construcción de un país no se hace con gobiernos
sino con ciudadanos, necesitamos arrebatarles a nuestros gobernantes todas
nuestras resultas petroleras.
Por lo que sí
ruego, es que nos dejemos de ser un poblado y tratemos de ser un país de
verdad, asumiendo nuestras responsabilidades y abandonando ese vivapepismo del
cual frecuentemente nos orgullecemos, hasta públicamente, cuán inmaduros
adolescentes, llenos de un acné que causa pena ajena.
Claro que
necesitamos educación, pero... ¿dónde están todos los maestros que les
enseñarán a nuestros hijos lo que se debe y lo que no se debe hacer en un país?
Para comenzar ni siquiera nuestros candidatos, de lado y lado, parece que lo
aprendieron. La libertad no es gratuita, hay que defenderla, y no solamente
ante el enemigo. La solidaridad comienza
con la solidaridad con el país.