De niño, paseando por los cerros aledaños de mi Palmira querida, de mano de mis abuelos suecos, y oír cómo ellos conversaban animadamente, sobre todo, con los campesinos que vivían en chozas humildes, aprendí a confiar profundamente en mis compatriotas.
Puede que muchos de ellos hayan, por los momentos, completamente perdido la brújula, pero estoy seguro que de devolverles la confianza, y permitirles manejar su propia cuota parte de las resultas petroleras, no nos decepcionaran. Todo lo contrario, nos enorgullecerán.
Liberémonos de esa chequera petrolera que desde siempre nos golpea, nos golpea.