Sin menospreciar los derechos que actualmente tenemos como electores, con frecuencia, me he preguntado, sobre lo irrelevante que resulta poder elegir los representantes de una Asamblea Legislativa, cuando no tenemos derecho a elegir la directiva de lo que es, para todos los fines prácticos, el ente mas importante en Venezuela, Pdvsa.
Pertenezco a los que sostienen que en 1974 Venezuela perdió el equilibrio interno, debido al aumento de los ingresos petroleros y a la estatización del petróleo. Consecuencia de lo anterior, es que hoy, 25 años mas tarde, con vergüenza contemplamos, cómo nuestra sociedad ha desperdiciado una oportunidad de oro, de lanzar a nuestro país sobre la senda de un desarrollo real y sostenible.
Hoy, entre otros factores, a razón de la inmensa caída de los ingresos petroleros, que coadyuvó a propiciar un nuevo reacomodo de poderes, tenemos la posibilidad de rectificar. Por favor, hagámoslo antes de que un aumento en los ingresos del petróleo nuevamente nos emborrache.
En la Constituyente, que con toda seguridad viene, cifro mis esperanzas para lograr dominar, en favor del país nacional, aquél poder omnívoro que representa la chequera del petróleo.
El primer cuarto de siglo de nuestra industria petrolera transcurrió bajo la consigna "Por favor, ante nada, no politicen a Pdvsa". Al inicio, la industria despolitizada y autónoma funciono bien. Lamentablemente y por un proceso propio a la naturaleza del ser humano, se inició, de forma irreversible, un proceso degenerativo. Como era de esperarse, resultó imposible obtener resultados consistentes de una organización, que no estaba sujeta a una verdadera rendición de cuentas.
Evidencia de la degeneración de Pdvsa abunda. Como ciudadano, entre muchos otras cosas, me ha molestado la monárquica concentración de poderes; la absurda asignación de prioridades, que ha sembrado a un país, falto de escuelas y hospitales, con estaciones de servicio en acero inoxidable, capaces de satisfacer cualquier antojo por papitas fritas.
Igualmente me he quejado de la intromisión de Pdvsa en las actividades del Gobierno, repartiendo, a diestra y siniestra, dinero ajeno para programas de desarrollo social y cultural. Tampoco estoy de acuerdo con las vacilaciones entre el abra y el cierre de la producción; con la incapacidad de proyectar la posibilidad de la caída de precios, que actualmente nos afecta; con las millonarias campañas publicitarias para promocionar la imagen de la industria y con la incapacidad de lograr una necesaria protesta nacional, cuando la prohibición del uso de la Orimulsión en Florida.
Finalmente, y probablemente más que nada, me ha perturbado ese desentendimiento total para con las realidades de un país sumergido en problemas morales y éticos, que permite a una alta gerencia, amparada por el aura de la tecnocracia y de los recursos abundantes, hablarnos, con sonrisitas, de "un país condenado al éxito".
En este momento soplan vientos de cambio. No obstante, y con el derecho moral que me asiste, por haber cuestionado, de forma abierta y constante, la gestión de la industria petrolera, debo alertar que la solución no se encuentra en permitir que el péndulo histórico simplemente nos lleve, desde la indiferencia y arrogancia de la tecnocracia, a la ineficiencia de la politización.
Igual que una tecnocracia autónoma, no responsable ante nadie, irreversiblemente termina actuando de forma equivocada, resultan las consecuencias de una politización. Una vez disminuido el calor inicial de un espíritu de rectificación y una vocación de servicio, que puede embriagar a la primera generación de autoridades, sería inocente suponer que la politización no derive sus propios males.
Por supuesto, lo peor que puede pasar es que la política y la tecnocracia se den la mano y lleguen a un acuerdo de convivencia a espaldas del país. Hoy, algunos venezolanos sospechamos, justamente, la existencia de tal acuerdo. Por lo menos, no resulta difícil plantear tal hipótesis, al contemplar, tanto la cooperación de la industria en levantar recursos al Fisco, como la permisibilidad con la cual el Gobierno se ha hecho de la vista gorda ante aparentes exabruptos de la industria.
En 1961, cuando se promulgó nuestra actual Constitución, el petróleo era operado por terceros. Digan lo que digan, cuando el país asumió la responsabilidad de operar la industria petrolera, la realidad del país cambió de manera dramática. Dicho cambio aún no ha sido reflejado en nuestra Constitución.
Hoy, nos resulta indispensable asegurar para nuestra industria petrolera una estructura de poderes, que tenga posibilidades de armonizar, a largo plazo, entre las necesidades propias de la industria, como ente inmerso en un mundo competitivo y los objetivos propios del país. Cuando próximamente el país busque, probablemente vía la Constituyente, formas de asegurar la autonomía y la real independencia del sector judicial, aprovechemos la ocasión para hacer algo similar para la Industria Petrolera.
En tal sentido, propongo que los Miembros de la Junta Directiva de Pdvsa, sean elegidos de forma nominal por toda la Nación. La Junta, que pudiese tener 9 miembros, renovaría cada 3 años la autoridad de tres de ellos, por un período de 9 años.
Una Junta conformada de esa manera, que garantice su autonomía, que responda directamente ante la Nación, sería la mejor forma de asumir el compromiso de administrar, en provecho de las generaciones futuras, el bien con que la Providencia nos ha bendecido. Lo creo mucho mejor, que dar bandazos entre técnicos y políticos.
En tal Junta pueden estar hasta los que hoy he criticado. Mis criticas están centradas en la forma cómo se encuentra organizada Pdvsa y no en las personas que, como en muchos otros casos, simplemente son el fruto del ambiente que los rodea.
A mis lectores, que con frecuencia me han oído proponer la idea de crear una oficina del Ombudsman Petrolero, para asegurar tanto el entendimiento, como la participación del sector civil, les quiero decir que no la he abandonado, sólo que, con la Constituyente a la vuelta de la esquina, surge la oportunidad de lograr algo aún mas significativo para mi país.
Economía Hoy 15 de diciembre de 1998