Mi primera obsesión petrolera, con lo cual me refiero a escribir por ejemplo unos 30 artículos sobre un mismo tema en menos de dos años, no tenía nada que ver con los vergonzosamente bajos precios de la gasolina en Venezuela, ni con el hecho de que las resultas petroleras son sembradas por los burócratas del Estado y no por los ciudadanos. El tema era el de los impuestos a la gasolina que cobraban los países consumidores, dizque por razones ambientales, pero cuyo importe con frecuencia subsidiaba otras fuentes de energía aún más sucias, como el carbón.
De hecho mi primer articulo en El Universal, en marzo de 1999, se tituló “La injusta distribución de la actual bonanza petrolera” a cuenta de que en las bombas de gasolina europeas la gasolina se vendía en un precio de petróleo que equivalía unos 150 dólares por barril pero de los cuales, a quienes sacrificaban un recurso natural no renovable, solo les quedaban unos 25 dólares.
Tales impuestos y que para principios de 2000 se ubicaban en Europa cerca de un 450% sobre el valor mercado de la gasolina, en Estados Unidos eran de entre un 10 y un 50%, dependiendo en que Estado se vendía. Tal diferencia significaba que el precio de la gasolina en Europa era el doble del precio en Estados Unidos y que el consumo per cápita en Estados Unidos era el doble del de Europa. En otras palabras, la principal fortaleza del mercado petrolero, antes de ser impactado por el crecimiento económico de China, India y otros, se fundamentaba en la fuerte demanda de Estados Unidos, la cual era sostenida por los bajos impuestos a la gasolina.
No hay manera de ocultar que el aumentar los impuestos a la gasolina le conviene mucho a Estados Unidos, tanto que si fuese yo el responsable esto sería lo primero que yo propondría. De hacerse se reduciría la demanda por petróleo con lo que tendría una mejor balanza comercial; tendría un menor déficit fiscal y dejaría una menor huella ambiental. Lo extraño es que tales aumentos no hayan ocurrido antes pero al ver como ni siquiera un defensor del ambiente como Al Gore se atrevió a mencionar las palabras "impuestos a la gasolina", nos damos cuenta de lo delicado de la materia. Algo así como aumentar el precio de la gasolina en Venezuela. La crisis lo está cambiando todo.
El domingo 16 de noviembre el Washington Post publicó un artículo titulado "Aumente el impuesto a la gasolina" en el cual se argumenta, entre otros, el "así lograr que en lugar de ir el dinero a países que guardan los intereses de Estados Unidos de la misma manera como lo podría hacer un traficante de drogas, los ingresos se queden aquí".
Un jeque de los Emiratos Árabes Unidos, hace unos años, le planteó la posibilidad a Inglaterra de regalarle el petróleo con tal de compartir, 50-50%, el precio al cual se vendía la gasolina en sus gasolineras ya que así obtendría más del doble por ella. Por los vientos que soplan, por lo menos hasta que se salga de lo más urgente de la crisis en camino, Venezuela podría quedar tentada en hacerle la misma oferta a su principal cliente.
Por cierto, la historia muestra que la principal razón de la formación de la OPEP fue defenderse contra la discriminación del petróleo implícita en los impuestos a la gasolina, por lo que se observa que la necesidad de una OPEP, gústenos o no, sigue estando muy vigente.
La crisis lo está cambiando todo. En Venezuela también habrá que aumentar mucho los precios de la gasolina. Qué lastima que no desarrollamos un buen transporte público antes, cuando teníamos con qué. Ahora… ¡A llorar al valle… sin tener como ir al valle!
El Universal
Noticiero Digital