"La gente que consume mucha gasolina en esos carros de lujo, no es justo" dijo nuestro cacique o Gran Hacendado de turno buscando elevación moral y política en la preparación de su primer aumento de la gasolina.
No obstante que el cacique de turno no tiene ningún derecho moral para opinar lo anterior, parecería ser que muchos de la oposición, por brutos, van a pelearle el aumento cediéndole la colinita y dejándolo salirse con las suyas. Eso no es aceptable.
Lo injusto, lo inmoral y lo estúpido es el haber estando regalando la gasolina a todo quien tiene carro, durante más de diez años, escondiéndose tras la cortina de un folclórico Socialismo dizque del siglo XXI. Lo justo, moral e inteligente hubiese sido el haber vendido la gasolina a su valor de mercado internacional y distribuir las resultas de esa venta directamente a los ciudadanos.
Una vida de 70 años equivale a 613.200 horas por lo cual cada día en nuestras carreteras quemamos en las colas de 10 a 20 vidas venezolanas. Al mismo tiempo contribuimos con mucho más de lo que sería nuestra cuota parte como ciudadanos globales responsables en la contaminación de nuestro planeta. Eso es injusto, inmoral y estúpido. Lo justo moral e inteligente hubiese sido haber desarrollado un eficiente transporte público.
En ocasiones el valor del regalo de la gasolina a los precios actuales ha sobrepasado 70 dólares por tanque de gasolina y eso en un país como el nuestro, con tantos pobres que no reciben nada, es simplemente una sinvergüencería criminal. Y de eso estaba siempre muy consciente nuestro cacique de turno, no vaya ahora él a echarnos un cuento que se sentó bajó un samán y una voz le habló y lo iluminó.
La oposición no debe pelear ni un segundo en contra de un aumento de la gasolina sino exigir con toda la fuerza moral del caso que ni un solo bolívar proveniente de un aumento de los precios de la gasolina se introduzca en ese tragamonedas alterado que ya se tragó casi un trillón de dólares sin haber producido nada a cambio. El aumento de la gasolina debe costarle como mínimo al cacique de turno, un gran aumento en la descentralización del poder.
Repito, por enésima vez, no busquemos a nuestro querido país donde lo perdimos sino donde lo queremos encontrar y, en ese sitio, no hay lugar para una gasolina regalada.
Finalmente me uno a tantos quienes claman por la configuración de un solo partido de oposición, como una mínima y necesaria expresión de seriedad ante los tiempos tan difíciles que se avecinan. Lo cual por supuesto tampoco implica que a esos oposicionistas unidos sí les confiaría mi veinte y ocho millonésima parte de las resultas petroleras. En eso no caigo más nunca.
No obstante que el cacique de turno no tiene ningún derecho moral para opinar lo anterior, parecería ser que muchos de la oposición, por brutos, van a pelearle el aumento cediéndole la colinita y dejándolo salirse con las suyas. Eso no es aceptable.
Lo injusto, lo inmoral y lo estúpido es el haber estando regalando la gasolina a todo quien tiene carro, durante más de diez años, escondiéndose tras la cortina de un folclórico Socialismo dizque del siglo XXI. Lo justo, moral e inteligente hubiese sido el haber vendido la gasolina a su valor de mercado internacional y distribuir las resultas de esa venta directamente a los ciudadanos.
Una vida de 70 años equivale a 613.200 horas por lo cual cada día en nuestras carreteras quemamos en las colas de 10 a 20 vidas venezolanas. Al mismo tiempo contribuimos con mucho más de lo que sería nuestra cuota parte como ciudadanos globales responsables en la contaminación de nuestro planeta. Eso es injusto, inmoral y estúpido. Lo justo moral e inteligente hubiese sido haber desarrollado un eficiente transporte público.
En ocasiones el valor del regalo de la gasolina a los precios actuales ha sobrepasado 70 dólares por tanque de gasolina y eso en un país como el nuestro, con tantos pobres que no reciben nada, es simplemente una sinvergüencería criminal. Y de eso estaba siempre muy consciente nuestro cacique de turno, no vaya ahora él a echarnos un cuento que se sentó bajó un samán y una voz le habló y lo iluminó.
La oposición no debe pelear ni un segundo en contra de un aumento de la gasolina sino exigir con toda la fuerza moral del caso que ni un solo bolívar proveniente de un aumento de los precios de la gasolina se introduzca en ese tragamonedas alterado que ya se tragó casi un trillón de dólares sin haber producido nada a cambio. El aumento de la gasolina debe costarle como mínimo al cacique de turno, un gran aumento en la descentralización del poder.
Repito, por enésima vez, no busquemos a nuestro querido país donde lo perdimos sino donde lo queremos encontrar y, en ese sitio, no hay lugar para una gasolina regalada.
Finalmente me uno a tantos quienes claman por la configuración de un solo partido de oposición, como una mínima y necesaria expresión de seriedad ante los tiempos tan difíciles que se avecinan. Lo cual por supuesto tampoco implica que a esos oposicionistas unidos sí les confiaría mi veinte y ocho millonésima parte de las resultas petroleras. En eso no caigo más nunca.