Por dos razones nosotros, los ciudadanos, no somos de confiar cuando se trata de elegir a quien no se vaya a volver loco manejando la chequera con nuestras resultas petroleras. La primera es que nuestras propias infundadas expectativas nos nublan la mente y la segunda, que tal persona no existe.
Vez tras vez nuestros importantes sabihondos se rasgan las vestiduras hablándonos sobre los problemas que significa ser un país rentista y sobre el clientelismo que mantiene secuestrado a nuestra democracia, pero son incapaces de dar un paso adelante para cambiar aquello, por cuanto todos albergan el sueño de algún día ser ellos quienes controlan esas resultas. En ello, no importa lo culto y refinados que sean, todos nuestros importantes sabihondos son igualitos al petroautócrata de turno… y a quien por cierto le tienen una envidia enea.
Pero supongamos teóricamente que existiese ese mesías venezolano que supiese sembrar nuestras resultas petroleras de tal manera que todos nos beneficiemos. ¿Seguiríamos jugando la lotería para sacarnos ese gordo, aun a sabiendas que las características que tal persona deba tener para lograrlo ya de por sí hace imposible el que pueda ser elegido en nuestra democracia mediática? ¿Y seguiremos jugando esa lotería aun a sabiendas que si milagrosamente lográsemos elegir al correcto, es indispensable repetir el mismo milagro vez tras vez tras vez… para que una manzana podrida no eche todo a perder en un nanosegundo?
Frecuentemente oímos hablar que los pueblos se merecen los gobiernos que tienen. ¡Qué insolencia! Los pueblos son inocentes en todo esto, los que se lo merecen son los sabihondos importantes y las elites… esas del arrimarse a las distribuciones de las resultas petroleras, esas del que-hay-para-eso, o esas del quítate-tú-para ponerme-yo… esas elites sí se merecen el gobierno actual y quizás hasta uno aún peor.
Oigan cualquier programa de opinión. Ahí se sientan los expertos a discutir con importante vocabulario sobre trenes de alta velocidad por aquí, mejor educación por allá, independencia alimentaria por aquí, seguridad por allá, pero todo, absolutamente todo, basado en que habrá mejores gobernantes… ellos mismos… ellos que sí saben lo que es bueno para nosotros.
Ruego por que los jóvenes de alguna generación de venezolanos logren rebelarse contra el colocar las resultas petroleras en manos del Estado y de sus petro-autócratas y lo cual nos mantiene en un inalterable estado de solo ser una promesa de país. Ruego por que los ciudadanos algún día asuman con valentía la responsabilidad de ser ellos los sembradores del petróleo, para así librarnos del yugo que significa la pelea continua por la distribución de las resultas petroleras.
Y hablando de censura, si algo ha sido de verdad censurado o autocensurado en nuestro país, ese ha sido el debate sobre quién debe sembrar el petróleo, el ciudadano o el petroautócrata de turno.
El próximo domingo, en nuestras iglesias, roguemos porque esta generación de venezolanos al fin logre amarrarse a los mástiles para resistir las tentaciones de los cantos de aquellas sirenas subcontratadas que publicitan las promesas de quienes con increíble arrogancia dicen saber sembrar y administrar las resultas petroleras.
Jóvenes, al bajarse los pantalones mostrando las nalgas en protesta, muéstrenselas a todos… y rueguen que no deban verse en el espejo.
El Universal
Vez tras vez nuestros importantes sabihondos se rasgan las vestiduras hablándonos sobre los problemas que significa ser un país rentista y sobre el clientelismo que mantiene secuestrado a nuestra democracia, pero son incapaces de dar un paso adelante para cambiar aquello, por cuanto todos albergan el sueño de algún día ser ellos quienes controlan esas resultas. En ello, no importa lo culto y refinados que sean, todos nuestros importantes sabihondos son igualitos al petroautócrata de turno… y a quien por cierto le tienen una envidia enea.
Pero supongamos teóricamente que existiese ese mesías venezolano que supiese sembrar nuestras resultas petroleras de tal manera que todos nos beneficiemos. ¿Seguiríamos jugando la lotería para sacarnos ese gordo, aun a sabiendas que las características que tal persona deba tener para lograrlo ya de por sí hace imposible el que pueda ser elegido en nuestra democracia mediática? ¿Y seguiremos jugando esa lotería aun a sabiendas que si milagrosamente lográsemos elegir al correcto, es indispensable repetir el mismo milagro vez tras vez tras vez… para que una manzana podrida no eche todo a perder en un nanosegundo?
Frecuentemente oímos hablar que los pueblos se merecen los gobiernos que tienen. ¡Qué insolencia! Los pueblos son inocentes en todo esto, los que se lo merecen son los sabihondos importantes y las elites… esas del arrimarse a las distribuciones de las resultas petroleras, esas del que-hay-para-eso, o esas del quítate-tú-para ponerme-yo… esas elites sí se merecen el gobierno actual y quizás hasta uno aún peor.
Oigan cualquier programa de opinión. Ahí se sientan los expertos a discutir con importante vocabulario sobre trenes de alta velocidad por aquí, mejor educación por allá, independencia alimentaria por aquí, seguridad por allá, pero todo, absolutamente todo, basado en que habrá mejores gobernantes… ellos mismos… ellos que sí saben lo que es bueno para nosotros.
Ruego por que los jóvenes de alguna generación de venezolanos logren rebelarse contra el colocar las resultas petroleras en manos del Estado y de sus petro-autócratas y lo cual nos mantiene en un inalterable estado de solo ser una promesa de país. Ruego por que los ciudadanos algún día asuman con valentía la responsabilidad de ser ellos los sembradores del petróleo, para así librarnos del yugo que significa la pelea continua por la distribución de las resultas petroleras.
Y hablando de censura, si algo ha sido de verdad censurado o autocensurado en nuestro país, ese ha sido el debate sobre quién debe sembrar el petróleo, el ciudadano o el petroautócrata de turno.
El próximo domingo, en nuestras iglesias, roguemos porque esta generación de venezolanos al fin logre amarrarse a los mástiles para resistir las tentaciones de los cantos de aquellas sirenas subcontratadas que publicitan las promesas de quienes con increíble arrogancia dicen saber sembrar y administrar las resultas petroleras.
Jóvenes, al bajarse los pantalones mostrando las nalgas en protesta, muéstrenselas a todos… y rueguen que no deban verse en el espejo.
El Universal