Hace dos semanas apelé a los articulistas de Aporrea para que ayudasen a liberar a Oswaldo Álvarez Páz. Las respuestas positivas rebasaron con mucho mis expectativas y la mayoría de las negativas fueron en tono educado.
No me cabe la menor duda; el país está harto del discurso político de quienes no hacen nada excepto dividirnos a todos buscando destacarse entre los suyos, en sus pequeños clubes de mutua admiración, en donde el más popular de la noche es quien más ferozmente ataca al contrario. Hoy la unidad, en algún punto intermedio, es un deseo tan mayoritario en el país que quienes se oponen a ello no tiene la menor posibilidad... a menos que sea por vía de la detestable fuerza.
Entonces, en la Venezuela de hoy, no persisten tres grupos; la oposición (25%), los chavistas (25%) y los ni-ní (50%). Hay solo dos, los que buscan continuar el conflicto entre extremos (20%) y los que quieren mandar a callar a los extremos (80%).
Ante ese panorama, tanto al chavismo como a la oposición se le presenta el mismo problema, el estar identificado con los extremos. Para el chavismo lo anterior sólo significa un problema teórico por cuanto, siendo chavismo al fin, no tienen nada que decidir y siguen al líder. No obstante, para muchos de los de la oposición, lo anterior si crea una fuerte disonancia por cuanto una cosa es una mesa de unidad de la oposición, y otra cosa es una mesa de unidad nacional.
Lo anterior resulta aún más evidente al considerar que si bien el país está más que ansioso por un cambio de lo actual, igualmente siente que queda pendiente el cambio de lo anterior. Ese cambio que quedo truncado; ante nada por el vertiginoso aumento de los ingresos petroleros que se le subieron a la cabeza de alguien que sufre de complejos e instintos autoritarios y lo nulificaron como un posible agente de cambio, en democracia.
A los del medio, algunos más sinceros que otros, no les queda hoy otra que conversar, en público, con los que más alejados se encuentran de sus posiciones políticas y, en esa tierra árida, sembrar sus semillas débiles, en la esperanza que germine algo bueno.
Y si bien reconozco que me asusta que las negociaciones del medio no se den con la suficiente fuerza como para desarmar a los extremismos, los tantos desacuerdos que existen podrían también ayudar a que los acuerdos que se ahí se logre exprimir, se centre sobre los asuntos más importantes.
Y por supuesto, el acuerdo de unidad nacional más importante es el de cómo evitar la acumulación del poder petrolero en manos de un petro-cacique, que asistido por unos petrócratas y apoyados por una oiligarquía, siempre termina financiando un extremo u otro; imposibilitando que Venezuela pueda ser un país que sepa manejar sus riquezas naturales.
Por ejemplo, yo, que en materia de renta petrolera me dicen extremista por querer que una gran proporción de tales ingresos vayas directamente a los ciudadanos, sin ataduras, para que se la ciudadanía la que tenga la oportunidad de aprender sembrar el petróleo, estaría dispuesto a ceder... por los momentos.
Un acuerdo nacional para distribuir los ingresos petroleros auditados, de una manera más reglamentada y menos facilitadora del robo y del despilfarro, sería una de las grandes banderas alrededor de la cual con fuerza convocar las voluntades de quienes sencillamente no queremos que Venezuela, la nación, se pierda.