Agua mucho la celebración del bicentenario de la declaración de nuestra independencia de España, el saber que en poco tiempo debemos recordar el centenario del inicio de nuestra dependencia del petróleo, aquella iniciada el 31 de julio de 1914 con el reventón de Zumaque 1.
Nuestra profunda dependencia del petróleo, que solo va en crescendo, es económica, política y psicológica.
Económica por cuanto no hemos tenido el carácter para domar los vaivenes de las resultas petroleras, por lo que siempre estamos expuestos a los latigazos del mercado.
Política por cuanto no hemos tenido el coraje de ejercer nuestros derechos como ciudadanos dueños de las resultas petroleras, sintiéndonos siempre más cómodos buscando a un Gran Cacique para que los ejerza en nombre nuestro... para luego tener que hacerle a éste enrevesadas reverencias a fin de que nos devuelva por lo menos algo, o preferiblemente más de lo que nos correspondería de esas resultas.
Psicológica por cuanto para ocultar nuestra dependencia hablamos de la industria petrolera y celebramos en alto nuestras pasadas y superadas independencias... para que a nadie se le ocurra el celebrar un Día del Petróleo que podría desnudarnos y mostrar que, profundamente adictos, ni siquiera tenemos la decencia de pertenecer a unos Petroleros Anónimos.
Especialmente duro debe ser el día de independencia anterior, la de España, para todos quienes deben estar conscientes que de no encontrarse en un país de dependientes petroleros dependientes del cacique de turno, y ante éste haberse rendido en los términos más absolutos que una rendición pueda implicar, no tendrían posibilidad de esperar que algunos, fuera de sus más intimo círculo de sufridos amigos, se calasen sus discursitos patrios.
Si de verdad queremos lograr la independencia de los venezolanos, el próximo Centenario de la Dependencia sería una maravillosa ocasión para promulgar La Liberadora... si es que no la promulgamos hoy mismo, como sería lo más aconsejable.
Esa Liberadora colocaría las resultas petroleras en un fondo petrolero manejado por ciudadanos sin vinculación política... desde el cual se traspasaría al país resultas petroleras por montos que puedan ser digeridos por la economía sin producir ingestas inflacionarias o excesivos gases que se esfuman en importación suntuarias. Igualmente La Liberadora prohibiría cualquier endeudamiento público que implicase una hipoteca explícita o implícita sobre las futuras resultas petroleras.
Esa Liberadora limitaría las resultas que puedan anualmente ser traspasadas al Estado, al no exceder el monto menor del 15% de las exportaciones nacionales, del 4% del PIB, o del 25% que recibe el Estado de los ciudadanos directamente por concepto de pago de impuestos... lo último para evitar las dudas sobre quién es el verdadero soberano.
Esa Liberadora determinaría que cualquier repartición adicional de resultas solo podría ocurrir mediante su entrega directa en partes iguales a los ciudadanos, los verdaderos sembradores del petróleo.
Esa Liberadora nos tranquilizaría al determinar que el agrandar el futuro de nuestro país estará siempre en manos de nuestros hijos y nietos, sin necesidad de angustiarnos por la posibilidad de verlo desangrar en peleas sobre qué tribu habrá de imponer su cacique a los demás.
Solo esa Liberadora podrá garantizar que el interés de los ciudadanos en defender la Constitución supere el interés de sus gobernantes en violarla.