Cuando un candidato a la presidencia venezolana, venga de donde venga, nos lanza su arenga de promesas sobre lo que nos habrá de dar "administrando" nuestras resultas petroleras, está anunciándonos, ni más ni menos, que él se considera más capaz de usar bien esas resultas de lo que cada venezolano estaría en capacidad de hacer con las que le corresponda. Eso, desde todo punto de vista, es simplemente despreciar al pueblo venezolano.
Pero cuando y como diría Arturo Uslar Pietri, apendejados le creemos a ese candidato sus pazguatadas sobre el futuro promisor que con él nos espera, por cuanto él sí sabe firmar buenas órdenes de compra, eso lo que representa es un autodesprecio de nosotros mismos.
Si queremos un país, es indispensable lograr que el debate político supere el plano de quien es el mejor repartidor de resultas petroleras y de quienes habrán de ser sus más devotos siervos y agradecidos consentidos.
Sin duda que hay caciques más abusadores y prepotentes que otros, y actualmente tenemos uno de los que rompen el molde, pero, cuando nos llaman a no tenerle miedo y hacer lo que debamos de hacer, no nos demos por satisfechos con solo un cambiémoslo-ya-pa-ilusionarnos-con-otro, sino que extirpemos radicalmente ese maligno tumor nacional que significa situar nuestras resultas petroleras en manos del cacique de turno.
Los que nos prometen que van a gobernar sin hacer diferencia en colores, simplemente plantean, sin siquiera saberlo, diferenciaciones basadas en otros criterios. Por ejemplo el cacique actual solo permite que los que posean una tarjeta de crédito puedan adjudicarse unos muy económicos dólares viajeros. La única manera de minimizar las diferenciaciones, es entregándole a cada quien su cuota parte de resultas petroleras.
Y quienes nos prometen a incluir a todos simplemente no deberían tener el derecho de excluir a nadie. Pero por tener la política demasiados de "los que están conmigo y de los que no están conmigo", es a nosotros, los indios, que nos toca asegurar la inclusión de todos.
Sé que me dirán que los políticos son iguales en todas partes del mundo, con o sin resultas petroleras. Exactamente, y, de nuevo, es justamente por ello que es a nosotros que nos toca imponerles limitaciones puesto que, si no, seguiremos friéndonos en nuestros propios hidrocarburos. No le pidamos peras al olmo, no le pidamos a un político que renuncie a las resultas petroleras, no le pidamos a un político renunciar a poder ofrecer sus ofertas del "si estás conmigo"... esa tarea de limitarle el acceso a ellas nos toca a nosotros.
Imaginémonos un proceso electoral después que hayamos cumplido con nuestra obligación. Un proceso donde los políticos son los que nos deben demostrar de porque hemos de permitirles usar algo de nuestras resultas petroleras y del porqué debemos pagarle impuestos... Eso sí que sería un proceso electoral de verdad... y ese está a nuestro alcance, si así lo deseamos.
Definitivamente necesitamos un gobierno de transición. No para manejar una burda transición de un cacique y otro, sino para una transición vital, entre un país fofo y pedigüeño y un país enérgico donde nosotros, los indios, somos los sembradores de nuestro futuro.
Que el cacique de turno es más capaz que los ciudadanos en sembrar el petróleo, es un valor venezolano que no debemos defender, sino un valor venezolano que debemos erradicar. Hoy nadie nos humilla, hoy nos autohumillamos.