Hay varios candidatos de la oposición que considero podrían ser buenos presidentes, si tuviésemos una democracia funcional. Y de seguro entre los del oficialismo igualmente podría haber uno que otro que también podría serlo, si es que el oficialismo le permitiese eso. No obstante ninguno de estos candidatos nos servirá para lo que nuestro país necesita, de seguir sólo siendo elegido como el nuevo cacique de turno en nuestra dictadura de resultas petroleras.
Un ejemplo, María Corina Machado, una candidata con mucha garra, capacidad y muy buena disposición, se pierde por completo en buenas pero erradas intenciones cuando recientemente afirmo, por ejemplo, que “trabajará para que Carora recupere el sitial que alguna vez tuvo como productor de leche y hortalizas”.
Mi muy respetada candidata, le digo ¡No!; esa es no es una responsabilidad de un presidente, eso es responsabilidad de los ciudadanos de Carora. De ser Usted nuestro presidente lo que me gustaría verle hacer es facilitar y no obstaculizar el que los caroreños mismos hagan lo que les toca hacer para recuperar ese sitial, si es que así ellos lo quieren, lo suficiente, y sin que el Estado y sus sabelotodo, armados con nuestras resultas petroleras, se entrometan y decidan lo que deben hacer.
En la próxima elección ruego que el tema sobre quién debe ser el sembrador de las resultas del petróleo, los ciudadanos o el Estado, sea el tema prominente. Solo un cambio fundamental en la asignación de tal responsabilidad indicaría que hemos aprendido algo de nuestros errores de por lo menos las últimas cuatro décadas.
Un gobierno repartidor de resultas petroleras, en democracia, optimiza sus posibilidades de ser elegido por una de las dos siguientes vías: La primera es garantizando a un grupo bien identificado y representativo del 50.1 por ciento de los electores, que les entregara también las resultas que le corresponde al otro 49.9 por ciento restante, o sea básicamente el 2 por uno de resultas a cada uno. La segunda manera, su alternativa de triunfo, es lograr venderle a más del 51% la ilusión que por alguna razón, no explícita, se les entregará mucho más de un dos por uno. Ambas vías desvirtúan por completo lo que es la democracia y destruyen la valiosa representación de las minorías.
Díganme que candidato anda por ahí queriendo entregar a los ciudadanos sus resultas petroleras sin hacer ninguna diferenciación y limitar su acción de gobierno a lo que éste pueda financiar con lo que los ciudadanos pagan en impuestos y les diré por cuál candidato debemos votar.
Díganme que indios andan por ahí queriendo quitarse de encima el tener un cacique empoderado y endiosado con las resultas petroleras de los venezolanos y les diré quienes aprendieron la lección y por fin quieren hacerse ciudadanos en democracia.
Y me preguntan “¿Porqué atacas a los candidatos de la oposición, cuando sabes que terminaras votando por alguno de ellos? Y les respondo “Justamente por ello, estoy seguro que un candidato de oposición ganará y por ello debemos querer imponer a alguien que logre los cambios necesarios y no uno que signifique sólo una continuación de nuestra tragedia, por mejor que nos luzca, por mejor que nos hable bonito, y por mejor que nos caiga (por lo menos al principio) el nuevo presidente.
Entregarle al ciudadano sus resultas petroleras no es populismo. Populismo, y del bien malo, son las promesas de lograr maravillas administrando esas resultas a favor de los ciudadanos-amigos.