Llevo más de quince años dialogando con oficialistas-chavistas y con la oposición. Los que me conocen saben bien la razón fundamental por la cual no estoy de acuerdo con ninguno de ellos... siendo ésta que considero imposible lograr una nación como la que desearíamos, con esa excesiva concentración de poder en el Estado que producen las resultas petroleras.
No obstante hoy me veo obligado a interrumpir cualquier diálogo con todo oficialista-chavista que no tome una muy clara distancia de la manera como el gobierno, o mejor dicho la falta de gobierno, tan asquerosamente enfrenta las recientes protestas de los jóvenes. A veces es posible basar una defensa en la ignorancia pero, un silencio aprobatorio ante lo que está ocurriendo, sólo permitiría alegar alguna enfermedad mental.
Jamás fui chavista pero, francamente, si lo hubiese sido, por alguna de esas razones afectivas que hizo de millones de venezolanos chavistas, de seguro que los últimos 15 meses me hubiesen parecido un insulto a la memoria del líder.
Conocemos las tantas claras razones por las cuales la mayoría de los venezolanos, especialmente sus jóvenes, ansiosamente buscan una puerta de escape en la Venezuela actual. La situación, si no fuese tan trágica, podría inspirar una de esas producciones de Hollywood donde se burlan de "repúblicas bananeras". Hasta los disfraces de nuestros Grandiosos parecen salidos de tales producciones.
No obstante el problema con toda puerta de escape, tipo #LaSalida, y por la cual en pánico se puede lograr salir durante una emergencia, es que con frecuencia uno termina encontrándose en la calle, en paños menores, preguntándose... "¿Y ahora qué?".
Más creo en la fuerza motivadora, y rectificadora, de buscar y promocionar una sólida puerta de entrada al futuro.
Y como #LaEntrada, les aseguro que modificar un sólo artículo de nuestra tan violada Constitución actual, tendría un significado para ese futuro de Venezuela que todos deseamos, mucho mayor que el pulcro cumplimiento de todo su demás articulado.
Me refiero al artículo 12 que establece: "Los yacimientos mineros y de hidrocarburos, cualquiera que sea su naturaleza, existentes en el territorio nacional, bajo el lecho del mar territorial, en la zona económica exclusiva y en la plataforma continental, pertenecen a la República, son bienes del dominio público y, por tanto, inalienables e imprescriptibles. Las costas marinas son bienes del dominio público".
A ese artículo, sujeto a mejor lenguaje legal, sólo sugeriría agregarle lo siguiente: "Todas las resultas económicas producidas por la explotación de los bienes del dominio público, serán repartidas, en cuotas iguales, entre los venezolanos por nacimiento. El Estado podrá retener de éstas, para sufragar sus costos de gestión, hasta un máximo de 20%, por concepto de contribución ciudadana.
¿Qué significaría lo anterior?
Que los ciudadanos no tendrían que chuparle más tanto las medias a los caciques y caciquillos de turno, buscando recuperar lo máximo de sus resultas petroleras.
Que los hasta ahora caciques y caciquillos de turno se volviesen unos gobernantes respetuosos de los ciudadanos, ante nada por cuanto serían éstos los que les pagan sus sueldos.
Que cada ciudadano estaría libre de consumir o sembrar sus resultas petroleras, de la manera que crea que a él y a su familia más le convenga.
Que al fin podríamos llegar a vivir en una nación en lugar de tener que vivir, como hoy, arrumados en el negocio de otros.
¿Les parece poco?