Permítame comenzar con un párrafo del libro "La crestomatía de Mencken", de Henry Louis "H. L." Mencken, un gran periodista y ensayista americano, 1880-1956:
"Aun cuando condene a los políticos de ser pícaros, vagabundos, fraudes y sinvergüenzas, a veces sospecho que, como los demás, espero demasiado de ellos. Aunque soy de naturaleza desconfiada, con frecuencia me encuentro considerándolos capaces, diligentes, sinceros e incluso honestos. Claramente eso es un pedido demasiado grande, especialmente considerando la forma en que llegan a ocupar los cargos públicos. Rara vez, excepto por casos verdaderamente milagrosos, llegan ahí por méritos propios, al menos en la democracia. Normalmente son elegidos por razones diferentes, la principal de ellas es simplemente su poder para impresionar y encantar a los intelectualmente menos favorecidos".
Imagínense si a lo anterior le añadimos el hecho que además esperamos que el candidato a cacique tenga a su disposición una inmensa chequera con resultas petroleras con la cual respaldar sus promesas. Ya quisiera yo ver cómo H.L. Mencken hubiese definido, en un país con resultas petroleras centralizadas, a los "intelectualmente menos favorecidos". De repente ese calificativo tendría que abarcar hasta a un Dr. Arturo Uslar Pietri... puesto que ni ése sobre-dotado intelectual, planteó la posibilidad de una Venezuela donde fuesen los ciudadanos mismos los que efectuasen la siembra del petróleo que él mismo sugería.
El que después de décadas de despilfarro de nuestras resultas petroleras, no exista un mayor reclamo por parte de toda la sociedad, muy en especial por parte de los pobres, para que éstas resultas les sean entregadas directamente a ellos, tiene que deberse a que básicamente toda la sociedad venezolana, se ha sometido a una especie de autolavado de cerebro.
Después de más de cien artículos sugiriendo la entrega al ciudadano de las resultas petroleras no puedo sino quedar asombrado por la pobreza de los argumentos que esgrimen quienes me replican y apoyan la tesis que éstas deben seguir siendo administradas directamente por el gobierno. Según ellos, el problema se reduce a conseguirse un suficientemente buen gobierno... algo que, como ustedes entenderán, requiere de una impresionable impresionabilidad para poder creer ser algo que se pueda lograr.
La semana pasada, en un comentario publicado a mi artículo "A la sexta va la vencida" se me interrogaba: "¿cómo cree usted que vamos a hacer, por ejemplo, las obras públicas necesarias para la vida colectiva, tales como hospitales, autopistas, puentes, colegios y universidades? En verdad, ¿cree usted que esa es la vía de progreso para una nación?".
¿Cómo se le responde a alguien que, aún cuando el mundo está lleno de países no petroleros con hospitales, autopistas, puentes, colegios y universidades, no puede imaginarse a Venezuela lográndolo, sin entregarle nuestras resultas petroleras al cacique de turno?
A cada rato me sugieren que todo tiene arreglo, si sólo las resultas petroleras se invierten en educación... y me pregunto... ¿Educación para un ciudadano sembrador del petróleo o educación para un ciudadano que espera recibir las cosechas de la siembra pública del petróleo? La diferencia entre esas dos carreras profesionales no podría ser más grande.
¿Cómo se recompone un cerebro lavado? Quizás recordándole a cada venezolano que no fueron las resultas petroleras del cacique de turno las que se malgastaron, sino las suyas propias.