La imagen de un enfermo, lentamente acercándose, acongojado y adolorido, un altar, en una inmensa carpa, donde lo espera un predicador, para minutos después soltar las muletas y exclamar a gritos "¡Milagro!"... y bailarnos un joropo, es una imagen portentosa que casi siempre nos deja con una mayor o menor espina del ¿será?
Habiendo cursado estudios en un colegio evangelista, y el cual me dejo inmejorables recuerdos, no dudo de la buena fe y la bondad de la mayoría de los predicadores, pero ellos también conocen que, entre ellos, también hay muchos quienes cuecen habas.
Y no estuviese escribiendo sobre esto, si nuestra Venezuela no me recordase tanto a una de esas carpas donde predicadores profesionales venden ilusiones, en nuestro caso ofreciéndonos multiplicarnos nuestro petróleo para nuestro bien... y por supuesto despotricando contra el diablo que nos hace dudar de sus habilidades multiplicadoras.
Y si algo causa tristeza, es ver a nuestros pobres desesperados, amarrándose a las ilusiones y promesas novelescas que un mediáticamente habilidoso Petrolista Mayor les ofrece, para no simplemente no caer al vacío... puesto que ya agotaron todas sus reservas de esperanzas.
Y si algo causa tristeza, es ver a la inmensa mayoría de nuestra supuesta élite, incapaces de visualizar una Venezuela donde nuestras resultas petroleras no son centralizadas en manos de un cacique o de unos cuantos pocos caciquillos.
Y triste también es ver una oposición, en carpas más pobres, dedicados a recoger los votos de los desilusionados, los cuales probablemente alcanzarán para lograr una mayoría, pero incapaces de crear su propia mayoría de ilusionados.
Como multiplicadores, todos los Petrolistas son malos. Puede que si no hay demasiadas resultas petroleras, logren administrar la escasez con cierta racionalidad, pero, en abundancia, a quienes no somos aprovechadores de profesión, solo lograrán devolvernos migajitas.
Y lo peor de todo es que todos, ricos y pobres, nos encontramos en una de esas carpas, anonadados e incapaces de salirnos del trance en que hemos caído, hipnotizados por algún malvado para creer que solo el cacique de turno es el señalado para administrar lo nuestro. Alguien podría decirnos con razón: "Ustedes mesmos han sido mesmerizados".
¡Pues no! Sacúdete Venezuela. El que en Venezuela, las elecciones presidenciales, hace décadas se reduzcan a decidir a quién nombrar como cacique de turno para entregarle la chequera con nuestras resultas petroleras, es un acto de completa y total locura. Supongan por un segundo que las resultas petroleras estuviesen ya entregadas a los ciudadanos, para su siembra, y de repente se aparece un candidato sugiriendo que de llegar él a ser presidente, habría que entregarle todas esas resultas, por cuanto él sí sabe sembrar mejor... ¿qué harían los electores?.. ¿tirarle trompetillas? por supuesto... ¿y entonces en que andamos?
Y me repugna oír a los candidatos desvelarse por hablar sobre la gran capacidad de los venezolanos, "con ellos sin duda lograremos hacer país", al mismo tiempo que ni siquiera se les ocurre confiarle a los venezolanos mismos la siembra de sus propias resultas petroleras... como implicando que todos fuésemos como una bellas misses Venezuela, bellísimas pero tontas e inútiles. ¡Falsos predicadores todos! Lo que soy yo, voto por que Juan Bimba pueda sembrar sus propias resultas petroleras... así sea solo para que Juan Bimba aprenda.