Somos prisioneros de una cárcel, donde los presos elegimos un carcelero mayor, quien, como consecuencia de una prerrogativa monárquica heredada de España, tendrá el acceso al gabinete que contiene las armas que representan nuestras resultas petroleras... y para que luego, supuestamente, haga algo bueno con éstas.
Aquellos presos que consideren que el carcelero de turno está haciendo un trabajo aceptable, o son tratados con cariñitos especiales, o simplemente le tienen pavor a cualquier cambio de carcelero, preferirán reelegirlo; mientras quienes consideran que el carcelero actual no sabe lo que hace, o detestan sus atropellos, o simplemente otro les parece mejor, van a querer uno nuevo.
La tragedia es que ambos grupos han sido condicionados a ignorar que no existe una verdadera razón por la cual deben estar presos, o por la cual las resultas petroleras no les sean directamente entregadas a ellos, por lo que no son capaces de ver la opción de una Venezuela que no sea cárcel.
Y lo anterior representa nuestra actual paradoja. Justamente en los momentos en que más se ha evidenciado la vital necesidad de acabar para siempre con nuestra prisión petrolera, es también cuando, más urgente se le hace a quienes más se oponen al carcelero, el lograr esa aspirinita que representa un cambio de carcelero. Por lo que hoy, cuando sigo pidiendo que derrumbemos la prisión, hay quienes que hasta me acusan de traidor, por no concentrarme en apoyar su comprensible pero tan limitada causa.
¡Y qué difícil es librarse! La semana pasada, en respuesta a otro artículo sobre el tema, uno de los prisioneros comentó: "¿Hasta cuándo lo de repartir las ganancias petroleras? A sus lectores nos gustaría que no escribiera siempre acerca de lo mismo". Como notarán, a ese prisionero le resulta imposible entender que es a quienes, década tras década, sólo escriben sobre lo que el carcelero de turno debe hacer, o recomiendan a alguien para tal cargo, a quienes deberían acusar de escribir siempre sobre lo mismo... ¿O será que no quiere que lo incomode recordándole lo que debería hacer?
Y estamos tan acostumbrados a ser prisioneros, y a vivir sometidos a ciertas normas, que por ejemplo nadie de los candidatos a carceleros ni siquiera se atreve a cuestionar la prebenda de la gasolina regalada, que se ofrece sólo a los prisioneros motorizados.
La ineficiencia e injusticia en la asignación de recursos que significa la gasolina regalada es sin duda alguna uno de los principales síntomas de la infección que agobia a Venezuela... el pus que brota, y el hecho de que esto no sea ni siquiera un tema de discusión, evidencia tanto la falta de liderazgo como el encarcelamiento mental que sufre el venezolano.
Por supuesto no tengo dudas que, llegada las elecciones del 2012, y de no haberse logrado adelantar el derrumbe de la prisión, tendré que votar por un nuevo carcelero mayor; al cual, sin duda, habré de considerar mejor que el actual, aun a sabiendas que el día siguiente tendré que enlistar a otros presos para la Gran Fuga. Lo más triste de ganar la oposición es el perder tanto de la oposición que sigue siendo tan necesaria.
¿Por qué no buscamos la libertad? ¿Será que no tenemos el coraje para ver qué es lo que hay allá afuera? ¿Será por cuanto en la cárcel siempre podemos echarle la culpa a los carceleros?
Compatriotas, cantada por prisioneros que prefieren quedarse en cadenas, lo del "Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó" hasta parece de mal gusto.